En las
relaciones entre los Estados, para hacer frente a los desafíos globales
actuales, “es necesario ir más allá de la normalidad o de la simple repetición
de clichés y fórmulas preestablecidas, sobre cuya eficacia la práctica
internacional plantea muchas dudas y reservas”. Por ello, “debemos permanecer
en el mar, navegando en el horizonte de la más amplia caridad”. Fueron las
palabras del arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones
con los Estados dentro de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, durante su
intervención del 20 de enero, con motivo del encuentro ‘La diplomacia de los
valores y del desarrollo’, organizado por la asociación ‘Carità política’ en el
Aula Pio XI del Palacio San Calisto de Roma. El arzobispo resumió así el
sentido y la perspectiva de las relaciones internacionales en el contexto
actual, que no tiene precedentes por su complejidad y que, por tanto, requiere
nuevos instrumentos y modelos, o renovar los actuales.
Respeto mutuo, diálogo religioso
y desarrollo sostenible
El acto,
promovido -como citamos anteriormente- por la asociación de derecho pontificio
y organismo moral reconocido por el Estado italiano y presidido por Alfredo
Luciani, contó con la participación de 35 embajadores y representantes
diplomáticos.
Entre ellos se
encontraba el embajador de Guatemala ante la Santa Sede, Alfredo Vásquez
Rivera, que pronunció el otro discurso previsto, además del mencionado. Se
trata de comunidad, que se reúne periódicamente, y está formada con un
compromiso encomiable por la Carità Política, fundada en la puesta en común de
los valores del respeto mutuo, el diálogo religioso, el desarrollo justo y
sostenible.
La diplomacia de los valores y el
desarrollo
Una comunidad
que mira al mundo desde Roma (el grupo incluye también a diplomáticos
acreditados ante el Estado italiano) y la Ciudad del Vaticano, y a la que se ha
dedicado el libro ‘La diplomacia de los valores y el desarrollo’, elaborado por
la misma asociación y distribuido a los participantes.
“En efecto
-dijo el arzobispo Gallagher- frente a los desafíos comunes que exigen a la
comunidad internacional encontrar soluciones compartidas, la diplomacia de los
valores, orientada a promover el bien de la familia humana más allá de
cualquier interés particular, es particularmente adecuada para promover el
estilo multilateral que ha caracterizado las relaciones internacionales desde
el final de la Segunda Guerra Mundial y que se ha hecho imprescindible en la
actualidad”.
La diplomacia
pontificia -recordó Gallagher- busca “recolocar las situaciones concretas en la
perspectiva realista del bien común y del humanismo”. Por lo tanto, el objetivo
de la acción consecuente debe apuntar necesariamente a los valores que
favorecen concretamente el desarrollo humano integral. Para serlo, recordó el
prelado, citando la Populorum Progressio, debe estar “orientada a la promoción
de todo hombre y de todo el hombre”.
Todos los problemas humanos nos
pertenecen
Por su parte,
el embajador guatemalteco prosiguió: “La diplomacia de los valores nos permite dar una nueva mirada a la
comunidad internacional. Cuestiona los principales problemas del mundo, como
las pandemias, la migración, los refugiados, la pobreza, el calentamiento
global, el desarme y la corrupción. Hace un llamamiento a la responsabilidad de
todos los actores internacionales para que apliquen y contribuyan al bien común
de toda la humanidad. La diplomacia de los valores trata de concienciar de que
todos los problemas humanos nos pertenecen y nos afectan en todos los sentidos,
que todos somos familia y que la ‘Casa Común’ en la que vivimos es de todos y
que todo, absolutamente todo lo que ocurre en ella, nos beneficia o nos
perjudica”.
“La diplomacia así concebida
puede contribuir en el mundo moderno a la búsqueda de la armonía, de una
síntesis de valores que permita integrar o reconciliar las diferencias
culturales y religiosas, por el bien de toda la humanidad”, concluyó. MB
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