sábado, 20 de mayo de 2023

Resucitar a una nueva vida…

Les escribo estas líneas con la esperanza, que lo que les voy a contar sea útil, personas que como yo, caminábamos por el mundo buscando cosas vanas, y bienestar material, sin darnos cuenta que lo material se acaba, envejece, termina...

La verdadera riqueza, la verdadera seguridad, está al alcance de tu mano, tan simple, tan cristalino, tan dulce...

Cierra tus ojos, eleva una oración a Dios y vacíate de tu vida en los brazos de Jesús, Él te lo dará todo, la fuerza y confianza para vencer los obstáculos de tu vida. Te dará la seguridad, de que nunca te soltara de Su mano dejándote a la deriva.

Él cambio en mi vida comienza hace 6 años cuando un médico me diagnostica una miocardiopatía dilatada de dudosa evolución, ¡imagínense! Parecía que el mundo se me caía encima.

Después de algunos días, aferrándome a mi fe, y con el apoyo de mi mujer y mis hijos decidí luchar con todas mis fuerzas.

Régimen estricto, mas de 10 pastillas por día y sobre todo... las palabras de Jesús.

¡Señor aliméntame con tus palabras!

Empecé entonces a asistir a la Iglesia de María del Rosario de San Nicolás en Avellaneda, a la iglesia del padre Fernando Abraham, también fui a ver al Padre Betancourt, en la cancha de Talleres de Escalada y ahí, vi algo que me llamo poderosamente la atención, había un gran cuadro con la imagen de Jesús del que salían dos rayos del corazón, uno pálido y otro rojo. Empecé a averiguar sobre la Divina Misericordia, me compré libros para conocer su historia, lo mismo que estampas para repartir entre amigos y familiares. Fue como si se hubiera querido quedar para siempre en mi vida para acompañarme.

Mi corazón comenzó a mejorar, cosa que llamó la atención a los médicos, si bien no se curó, la enfermedad estaba controlada.

Sin embargo, más adelante otra prueba:

Un sábado en el trabajo, a la máquina que manejo, le estalló la piedra esmeril y nuevamente ¡la tragedia! Unos de los pedazos agujeró el techo, otro pasó al lado de la cabeza de un compañero y el otro me seccionó el antebrazo.

¿Qué querrá Dios de mí?, ¿Me cortarán la mano que colgaba de la piel sostenida por mí compañero?, ¿Resistirá mí corazón la operación y la pérdida de sangre?

Yo no sabía en ese momento que el milagro había comenzado...

Al llegar al hospital, lograron estabilizarme, y controlaron la hemorragia. Empezó una operación que duró 12 horas para reimplantarme la mano.

Dentro del quirófano, no estaba solo, me acompañaba colgado de mi cuello un rosario de La Rosa Mística y una medalla de Jesús Misericordioso.

¡El reimplante fue un éxito!

Ya en la sala común de traumatología, llegaron los reporteros de los diarios y la televisión, yo no entendía semejante difusión, pero les decía algo muy simple, y que solo apreciamos cuando nos toca vivir una prueba dura: Que importante es poder ir al baño solo, y cuando tienes salud, no te das cuenta de nada, pero ¿saben lo importante que es poder ir al baño solo?

¡Cuánto tiene uno para agradecerle a Dios cuando está bien! Y normalmente solo nos acercamos para pedirle algo.

Ese fue solamente el comienzo, luego vendrían 6 operaciones más, todo un menú quirúrgico variado para todos los gustos, cada operación era para mí como subir al Gólgota y entregarme.

Pero Dios jamás me abandonó, Jesús me alimentaba con sus palabras a través de la Biblia.

Aún después cuando perdí mi trabajo, luego de 29 años de servicio en la empresa, en donde sufrí el accidente, Dios me dio la fortaleza para seguir adelante. Le pedí a la Virgen, Nuestra Madre, recordándole las bodas de Caná, en la que le dice a Jesús, “No tienen vino”, y yo le digo: Madre pide por mí, no tengo con que pagar las deudas originadas por el accidente y las medicinas.

Y la voz de la Virgen llegó a Jesús, y nuevamente el Señor extiende su mano y me abre el camino, poco después llegó la indemnización por el accidente que me permitió solventar mis gastos.

Ahora mi vida está dedicada a vivir con Dios, por Dios y en Dios.

Me presento en programas de radio hablando de Jesús Misericordioso con un éxito que evidentemente está en las manos de Jesús.

Más tarde el Padre Luis Kukovica representante de la Divina Misericordia en Argentina, me hace custodia de una reliquia de la vidente de Jesús Misericordioso Santa Faustina Kowalska, la cual estoy haciendo peregrinar, por muchas iglesias y hospitales, llevando el mensaje de misericordia que hoy el mundo y el hombre necesitan tanto.

Del corazón y la mano, ni me acuerdo, me dedico de lleno a la radio, peregrinar las reliquias, llevar palabras de aliento al que sufre, sembrar la esperanza al que me escucha, encender el fuego en el corazón de los tibios hablándoles de un Dios vivo, que nos está esperando con los brazos abiertos como al hijo pródigo, para sentarnos al banquete de la vida y que nos dice: “No temáis, no temáis, yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”.

Él cambió mi vida, del dolor, a la alegría.

Yo le entregué mi vida a Él y Él me dio vida y vida en abundancia.

Ojalá que al leer estas líneas también te llene a ti, en abundancia de vida.

Este es un testimonio verdadero y concreto y me hizo ver que muchas veces, debemos recorrer el camino de la cruz para poder valorar la fe, la esperanza y la confianza en un Dios Misericordioso y resucitar a una nueva vida sin miedos, sin temor al futuro, porque a lo mejor en un momento que te parece a ti el más oscuro de tu vida, se está gestando un nuevo amanecer que te iluminará y te llenará de dicha y alegría. CAA

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