Compartir, ayudar y motivar son las prioridades de este blog, tratando de iluminar el camino de nuestros semejantes con nuestra pequeña luz interior, basados en tres pilares fundamentales: "Respeto, Humildad y Honestidad"
domingo, 31 de diciembre de 2023
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María, Santa
Madre de Dios, 01 de Enero
Consejos para ‘limpiar’ el hígado…
Educar en la Fe en nuestros días…
Cuando hablamos hoy de «educar
en la fe», ¿qué queremos decir? En concreto, el objetivo es que los hijos
entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo,
aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio.
Pero hoy día la fe no se puede
vivir de cualquier manera. Los hijos necesitan aprender a ser creyentes en
medio de una sociedad descristianizada. Esto exige vivir una fe personalizada,
no por tradición, sino fruto de una decisión personal; una fe vivida y
experimentada, es decir, una fe que se alimenta no de ideas y doctrinas, sino
de una experiencia gratificante; una fe no individualista, sino compartida de
alguna manera en una comunidad creyente; una fe centrada en lo esencial, que
puede coexistir con dudas e interrogantes; una fe no vergonzante, sino
comprometida y testimoniada en medio de una sociedad indiferente.
Esto exige todo un estilo de
educar hoy en la fe donde lo importante es transmitir una experiencia más que
ideas y doctrinas; enseñar a vivir valores cristianos más que el sometimiento a
unas normas; desarrollar la responsabilidad personal más que imponer
costumbres; introducir en la comunidad cristiana más que desarrollar el
individualismo religioso; cultivar la adhesión confiada a Jesús más que
resolver de manera abstracta problemas de fe.
En la educación de la fe, lo
decisivo es el ejemplo. Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar
«modelos de identificación», que no les sea difícil saber cómo deberían
comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable. JAP
Día litúrgico: Navidad: 1 de enero Santa María, Madre de Dios
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sábado, 30 de diciembre de 2023
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Barbaciano, Santo
Una nueva conexión entre la dieta y el envejecimiento…
Los santos inocentes de ayer y de hoy…
En
medio del gozo inmenso de la Navidad, en que cielos y tierra se alegran por ver
al Dios nacido, la festividad de los Santos Inocentes no deja de representar un
drama doloroso que nos hiela la sangre, pero eso sí, vista con los ojos del
alma la cosa cambia y la tragedia se convierte en una gesta sobrenatural
de proporciones gigantescas, como lo es el morir ‘por’ o ‘en lugar del’ Enviado
de Dios, lo cual no está al alcance de cualquiera. Y es que el aval de este
nuestro mundo, a veces tan cruel y tenebroso, solo podemos encontrarlo en la
inocencia de los niños, la fortaleza de los mártires o la bondad de los santos,
tal como dijera Bernanos: “No olvidéis nunca
que este mundo odioso se mantiene en pie por la dulce complicidad de los
santos, los poetas y los niños”. Por eso, cuando algunos
teólogos niegan o ponen en duda la historicidad de este colectivo de niños
inocentes, a la vez santos y mártires, se tiene la impresión de que se nos está
hurtando uno de los tesoros más preciados, patrimonio de la humanidad entera y
no solamente de los cristianos.
Lo
más triste de todo, es constatar que en nuestro mundo de hoy sigue habiendo
políticos como Herodes, que han perpetuado este infanticidio, negando a los no
nacidos el derecho sagrado a seguir vivos. A todos esos niños que en esta
Navidad desearían nacer y no podrán hacerlo, quisiera dedicarles también mi
recuerdo emocionado. Este dramático acontecimiento, que sucediera en
tierras de Judá hace más de 2000 años, nos retrotrae a los tiempos actuales y
nos ayuda a tomar conciencia de lo que está pasando en nuestro mundo
deshumanizado, en que cada día mueren una cantidad ingente de niños inocentes,
sin darles siquiera la oportunidad de ver la luz del sol. Esta atrocidad se
lleva a cabo con el mayor sigilo, solo de vez en cuando nos sorprende la triste
noticia de que en el cubo de la basura ha aparecido un feto de seis, siete o
nueve meses de gestación, sin que apenas les diera tiempo de esbozar su primera
sonrisa. En este mundo nuestro, estamos viendo como al amparo de leyes democráticas,
jurídicamente amañadas y en consonancia con los tiempos modernos, aparecen
diariamente delante de las clínicas cubos cuidadosamente esterilizados,
repletos de fetos destrozados y a esto se le llama progresismo.
Durante
todos los días del año habría motivo más que suficiente para celebrar la
festividad de los santos inocentes, porque todos los días, sin faltar uno,
muchos miles de neonatos, sin nombre propio, son legalmente sacrificados en el
curso de una despiadada matanza, de la que todos debiéramos sentirnos
responsables, bien por acción o por omisión. Estas son las cifras
escalofriantes. En el mundo se
practican 43 millones de abortos al año. En Europa 1,2 millones y en España se
calcula que la cifra es de 112.138. En este mismo momento en que lees estas
líneas criaturitas humanas están siendo desalojados violentamente del seno
materno, para ser arrojados al cubo de los desperdicios. No estoy juzgando a
nadie, mucho menos a las madres, a las que considero también víctimas, pues
mientras vivan, la presencia del hijo no nacido las perseguirá como un
fantasma. Así lo intuyó hace tiempo Rainer María Rilke y de ello dejó
constancia en estos versos:
“Madres que no pueden cerrarse
porque aquella
tiniebla echada fuera con el parto,
quiere volver y
empujar para entrar”.
A
pesar de todo, siempre nos quedará en consuelo de que, cuando hayan llegado
estas criaturitas a los brazos del Padre, encontrarán el calor, la ternura y el
amor que nosotros no fuimos capaces de darles. Intencionadamente a los no
nacidos les he llamado criaturitas humanas, pues es la ciencia la que nos
asegura que son personas en gestación, capaces de llorar, de reír, de soñar, de
sentir; lo que sucede es que el intérprete o confidente de estos sueños,
sentimientos e interioridades infantiles, solo podrá serlo quien le haya
llevado en su seno. Por eso traigo aquí la voz de una madre, que a través de un
inspirado poema titulado: ¡Madre déjame nacer! nos traduce y nos desvela toda
la ternura de quienes no quisieran morir antes de haber nacido.
¡MADRE, DÉJAME NACER!
¿Cómo será tu rostro, madre mía?
Tengo prisa en nacer
por contemplarte,
que puedas con tu
mano asir la mía
Y yo a ti con mis
brazos rodearte.
Aún no sabes que existo y ya te quiero,
pues noto el
retumbar de tus pisadas
Y desde el blando
nido de tu seno
presiento ya el amor
en tus miradas.
Si respiras me infundes nueva vida,
tu alimento será mi
fortaleza,
¡soy parte de tu
ser, madre querida!
¡Qué don te dio el
Señor, cuánta grandeza!
Pero hay hombres, de mano despiadada,
que arrancarme
podrán de tus entrañas;
no permitas que
sieguen, madre amada,
la espiga sin granar
con sus guadañas.
Yo soy obra de Dios y tengo vida,
mi corazón palpita a
cada instante;
deseo ver la luz,
madre querida,
y jugar al calor de
un sol radiante.
Deja que nazca para poder amarte,
protégeme ahora que
estoy tan desvalido,
que yo sabré también
a ti cuidarte
cuando estés débil
tú y yo crecido.
AGS
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Honraré la Navidad en mi corazón
Geremaro, Santo
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Navidad y San Esteban…
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los
llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante
gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante
los paganos. Pero, cuando los enjuicien, no se preocupen por lo que van a decir
o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han
de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el
que hablará por ustedes. El hermano entregará al hermano a la muerte, y el
padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos
los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se
salvará”.
Reflexión
La alegría íntima de la solemnidad navideña apenas celebrada, envuelve con su
atmósfera mística también el día de hoy que le sigue inmediatamente. Nuestras
almas respiran todavía en ese ambiente de maravilla ante el gran acontecimiento
que se ha realizado. Es el acontecimiento o, mejor dicho, el misterio del Hijo
de Dios que nace en Belén como Hijo del hombre, para hacerse nuestro hermano y
salvador.
Este misterio es tan insondable, que nunca lo meditaremos bastante. Por
eso, la Iglesia nos lo propone cada año, para una conmemoración prolongada
durante varios días: durante el ciclo litúrgico de Navidad.
Según nos cuenta San Gregario de Niza, en los primeros siglos cristianos
se quiso solemnizar en torno a Navidad a los grandes Santos que fueron los
primeros testigos de Cristo. (San Esteban
es uno de ellos).
Hoy la liturgia conmemora el nacimiento a la vida eterna del primer
mártir San Esteban, joven diácono lapidado en el inicio de la historia de la
Iglesia.
Otro santo de la Iglesia antigua, San Fulgencio nos comenta la relación
entre Navidad y San Esteban diciendo: “Ayer celebramos el nacimiento de nuestro
Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. Ayer nuestro
Rey, (revestido con el manto de la carne)
saliendo del seno virginal, se ha dignado visitar el mundo: hoy el soldado,
saliendo del tabernáculo de su cuerpo, ha emigrado al cielo”.
Entre la fiesta de Navidad y la del Protomártir existe una profunda
conexión en el orden de la santidad y la gracia. Cristo, Rey de la historia y
Redentor del hombre, se sitúa en el centro de ese camino hacia la perfección, a
la que llama a todo hombre.
San Esteban ha sido el primero en seguirle al Señor por ese camino de
santidad. Fue su testigo - a través de su palabra valiente, su servicio
desinteresado a los pobres (como diácono),
su constancia durante el proceso y, sobre todo, por su muerte heroica. Su
figura se agranda y se ilumina a la luz de su Señor y Maestro. Sólo el Señor
Jesús da la ayuda y el consuelo necesarios a las almas para ser fieles hasta la
muerte.
Creo que de esto podemos sacar una preciosa lección para todos nosotros:
al mirar a San Esteban en la perspectiva de la Navidad, debemos recoger su
ejemplo y su enseñanza, que claramente nos conducen hacia Cristo. Porque el
Niño nacido en la gruta de Belén, se encamina ya hacia el monte Calvario donde
entregará la vida como su discípulo Esteban.
Queridos hermanos, juntos al Hijo de Dios nacido en Navidad, todos
nosotros hemos sido convertidos en hijos de Dios y llamados a vivir como hijos
de Dios. Y si somos fieles a este camino, también, todos nosotros seremos
coronados algún día allá arriba, como fue coronado el primero de los mártires,
San Esteban. Que la Virgen María nos acompañe siempre en nuestro camino. NS