jueves, 28 de diciembre de 2023

Día litúrgico: Navidad: 29 de Diciembre

Texto del Evangelio (Lc 2,22-35): Cuando se cumplieron los días de la purificación según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la Ley del Señor.
Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y en él estaba el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al Niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre Él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».
 
Comentario del Evangelio
 
Hoy escuchamos las palabras del anciano Simeón. Estamos en el Templo de Jerusalén. María y José llevan al Niño —con sus 40 días— para presentarlo al Señor. Ahí se encuentran con Simeón. Él toma en brazos a Jesús y se siente totalmente feliz: no echa en falta ya nada más de este mundo, porque ‘quien a Dios tiene nada le falta’.
—Dios ha venido al mundo. ¡Y tú lo sabes! ¿Por qué te quejas cuando crees que te falta algo?

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