Cómo
mujer, también tengo que reconocer que este mundo posmoderno estigmatiza la
maternidad. Las jóvenes no quieren ser madres, porque los malos ejemplos de sus
padres y la cultura les dicen que ser madre significa vivir bajo un eterno
sacrificio de donación personal que no terminará nunca. Que los hijos son
malagradecidos y que una madre prácticamente no puede concretar sus sueños
personales. Es verdad que la maternidad es una misión de amor y de donación,
que no es fácil, ya que incrementa nuestra carga de trabajo. Pero la maternidad
también es el motor que inspira y motiva a millones de mujeres a salir
adelante. Los hijos son un regalo. Si como madres cumplimos con la misión de la
enseñanza en valores, veremos que nuestra donación se convertirá en una
verdadera inversión de amor.
Para
que Jesús pudiera nacer, Dios dispuso que una mujer estuviera embarazada.
Sabemos que el ángel Gabriel se le apareció a María y le dijo que concebiría al
hijo de Dios. Al no conocer varón, ella pregunta cómo sería esto posible. Él
ángel le contestó que el Espíritu Santo descendería sobre ella y que el poder
del Altísimo la cubriría con su sombra. En ese momento ella contestó: HÁGASE EN
MI SEGÚN TU PALABRA. Ella dijo que si aceptaba ser la madre del hijo de Dios,
sin estar casada, sin ser rica y sin tener un futuro asegurado. María dio su
consentimiento, y se entregó voluntariamente al AMOR. La salvación no hubiera
llegado a esta tierra si ella hubiera contestado que no.
He
leído que algunos colectivos feministas dan una interpretación errónea a este
pasaje del Evangelio. Ellas dicen que en el momento en que a María se le
preguntó si daba su consentimiento, quedó establecido el derecho de las mujeres
a decidir sobre sus cuerpos. Esto es una interpretación totalmente maliciosa y
errónea. Si María hubiera contestado que no, María no hubiera abortado.
Simplemente no hubiera habido concepción.
María
es el ejemplo de mujer: definitivamente tenemos el derecho a decidir, pero
sobre nuestro propio destino. No dejemos que argumentaciones falaces abonen al
desconocimiento de nuestro llamado a defender el derecho a la vida en toda
etapa de desarrollo. María no hubiera decidido sobre la vida de otra persona.
Ella dijo sí al Amor, y gracias a su donación, se abrieron las puertas del
Cielo a la humanidad entera. AYR
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