En Adviento esperamos el momento de esa llegada de
Jesús y nos preparamos para la Navidad.
No nos debemos preocupar por los regalos caros, los
juguetes, los dulces. Tenemos que dar todo el cariño, la comprensión y la
alegría, a nuestra familia, a nuestros amigos incluso a las personas que no
conocemos. Entonces Jesús también llegará a nuestra casa y estará feliz en
ella.
Recordemos que se quedó con nosotros en la
Eucaristía y aunque celebramos en Adviento su llegada, en realidad está con
nosotros en el pan y en el vino y por un milagro se convierte en su Cuerpo y su
Sangre. ¡Qué suerte tenemos! Nuestro mejor amigo quiere quedarse con
nosotros, siempre que comulgamos.
Haremos un calendario de Adviento y cada día
haremos algo bueno. Cuando sea el cumpleaños de Jesús, el día de Navidad, se lo
regalamos. ¿Os parece?
Ahora vemos lo que le pasó a un niño que
estaba esperando a Jesús.
EL
SUEÑO DE ANDRÉS
Se
sentó en la cama de un salto. Andrés había soñado que Jesús, pero el mismo que
nació en Belén, iba a visitarle ese día. ¿Había sido un sueño?
Empezó
a preguntarse cómo sería, si vestiría como en la Biblia que tenía en su
estantería, como hablaría, qué le diría. Porque no estaba seguro, había sido
tan real el sueño…
Por
si acaso se lavó, se peinó, se vistió y salió a desayunar.
Su
madre estaba admirada de lo guapo que se había puesto. Cuando acabó de
desayunar, fue a la habitación, era sábado y su hermano pequeño estaba haciendo
la ficha del colegio. Tenía que hacerla para el lunes y no sabía. Casi sudaba.
Andrés
le ayudó. La cara de Gonzalo se iluminó. ¡Había acabado en media hora! Estaba
tan contento.
Se
estaba haciendo tarde y Jesús no aparecía.
Loreto
lloraba porque tenía hambre y mamá no había acabado de hacer la comida de los
mayores.
Mamá,
¿quieres que dé de comer a Loreto? dijo Andrés a su madre.
Claro
hijo, no sabes lo que me ayudarías.
En
cuanto Loreto acabó el plato, se oye una voz que dice “A mir” es la forma que
tiene su hermana de decir “a dormir”. La acostó en la cama y se durmió en el
acto.
Por
la tarde bajó Andrés al jardín y se encuentra a Pablo llorando.
¿Por
qué lloras? Porque he perdido el Power Rangers de mi hermano y se me va a caer
el pelo.
¿Te
ayudo a buscarlo? ¿Harías eso por mí?
Al
cabo de un rato apareció debajo del seto. Pablo le dio las gracias muchas
veces.
Pap’a
quería dar un paseo. Andrés pensaba que si el sueño no era un sueño y venía
Jesús a su casa no iban a estar.
Pero
obedeció, dio gusto a papá y se fueron de paseo.
Encontraron
en la puerta del supermercado a una señora pidiendo. Siempre estaba allí
hiciera frió o calor.
Andrés
llevaba un euro para comprarse chucherías. Se lo dio a ella, le hacía más
falta.
Cuando
llegó a casa llamó a sus abuelos. Les preguntó cómo habían pasado el día, les
recordó que iría el miércoles como siempre y que les quería mucho.
El
día había pasado y Jesús no había aparecido. Le hubiera gustado conocerle en
persona. Había sido un sueño.
Se
puso el pijama era la hora de dormir. Se acostó. Oyó una voz que le decía.
He
ido a verte pero no me has reconocido. Cuando ayudaste a tu hermano, cuando
diste de comer a tu hermana, es como si lo hubieras hecho por mí. Cuando tu
amigo estaba triste, es como si me consolaras a mí. Cuando llamaste a tus
abuelos para alegrarles el día, me lo alegraste a mí.
Detrás
de cada cosa buena que haces, allí estoy yo. Una vez le dije a mis amigos que
si ayudaban a los demás, lo estaban haciendo por mí.
Cuando
estáis todos juntos, reunidos en mi nombre, allí estoy yo.
He
estado todo el día, contigo pero no me has reconocido.
Se
durmió profundamente.
CONCLUSIÓN
A
Jesús no le vemos en persona pero está en todas las cosas buenas que hacemos. Nos
dijo que cuando nos reuniéramos en su nombre allí estaba Él. MLMR
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