«Alégrate».
Es lo primero que María escucha de Dios, y lo primero que hemos de escuchar
también nosotros. «Alégrate»: esa es la primera palabra de Dios a toda
criatura. En estos tiempos, que a nosotros nos parecen de incertidumbre y
oscuridad, llenos de problemas y dificultades, lo primero que se nos pide es no
perder la alegría. Sin alegría, la vida se hace más difícil y dura.
«El
Señor está contigo». La alegría a que se nos invita no es un optimismo forzado
ni un autoengaño fácil. Es la alegría interior que nace en quien se enfrenta a
la vida con la convicción de que no está solo. Una alegría que nace de la fe.
Dios nos acompaña, nos defiende y busca siempre nuestro bien. Podemos quejarnos
de muchas cosas, pero nunca podremos decir que estamos solos, pues no es
verdad. Dentro de cada uno, en lo más hondo de nuestro ser, está Dios, nuestro
Salvador.
«No
temas». Son muchos los miedos que pueden despertarse en nosotros. Miedo al
futuro, a la enfermedad, a la muerte. Nos da miedo sufrir, sentirnos solos, no
ser amados. Podemos sentir miedo a nuestras contradicciones e incoherencias. El
miedo es malo, hace daño. El miedo ahoga la vida, paraliza las fuerzas, nos
impide caminar. Lo que necesitamos es confianza, seguridad y luz.
«Has
hallado gracia ante Dios». No solo María, también nosotros hemos de escuchar
estas palabras, pues todos vivimos y morimos sostenidos por la gracia y el amor
de Dios. La vida sigue ahí, con sus dificultades y preocupaciones. La fe en
Dios no es una receta para resolver los problemas diarios. Pero todo es
diferente cuando vivimos buscando en Dios luz y fuerza para enfrentarnos a
ellos.
En
estos tiempos no siempre fáciles, ¿no necesitamos despertar en nosotros la
confianza en Dios y la alegría de sabernos acogidos por él? ¿Por qué no nos liberamos
un poco de miedos y angustias enfrentándonos a la vida desde la fe en un Dios
cercano? JAP
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