Cuando hablamos hoy de «educar
en la fe», ¿qué queremos decir? En concreto, el objetivo es que los hijos
entiendan y vivan de manera responsable y coherente su adhesión a Jesucristo,
aprendiendo a vivir de manera sana y positiva desde el Evangelio.
Pero hoy día la fe no se puede
vivir de cualquier manera. Los hijos necesitan aprender a ser creyentes en
medio de una sociedad descristianizada. Esto exige vivir una fe personalizada,
no por tradición, sino fruto de una decisión personal; una fe vivida y
experimentada, es decir, una fe que se alimenta no de ideas y doctrinas, sino
de una experiencia gratificante; una fe no individualista, sino compartida de
alguna manera en una comunidad creyente; una fe centrada en lo esencial, que
puede coexistir con dudas e interrogantes; una fe no vergonzante, sino
comprometida y testimoniada en medio de una sociedad indiferente.
Esto exige todo un estilo de
educar hoy en la fe donde lo importante es transmitir una experiencia más que
ideas y doctrinas; enseñar a vivir valores cristianos más que el sometimiento a
unas normas; desarrollar la responsabilidad personal más que imponer
costumbres; introducir en la comunidad cristiana más que desarrollar el
individualismo religioso; cultivar la adhesión confiada a Jesús más que
resolver de manera abstracta problemas de fe.
En la educación de la fe, lo
decisivo es el ejemplo. Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar
«modelos de identificación», que no les sea difícil saber cómo deberían
comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable. JAP
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