lunes, 28 de noviembre de 2016

Contra la violencia, sí a la vida


La cultura de la violencia provoca daños, heridas, destrucción, muerte. La cultura de la violencia discrimina y abandona sobre todo a los más débiles, los más indefensos, los más vulnerables: los hijos antes de nacer.
La cultura de la vida está en contra la violencia y a favor de los débiles. Porque considera que ningún ser humano debe ser discriminado injustamente si carece de dinero, o si es de una religión determinada (o si no tiene ninguna religión), o si pertenece a una raza concreta, o si carece de salud, o si todavía no ha nacido.
La raíz del amor a la vida, del respeto de los débiles, es muy sencilla: todos son iguales ante la justicia, todos merecen respeto y ayuda, todos deben poder desarrollarse libremente en su camino personal, único, intransferible.
Por desgracia, grupos poderosos acusan a los movimientos provida de promover la violencia, la intolerancia, incluso el crimen. En realidad, ningún auténtico miembro de la cultura de la vida puede apoyar violencias asesinas y arbitrarias.
Habría que analizar, entonces, de dónde surge ese deseo de desprestigiar a los grupos provida, quiénes están detrás de frases fáciles que llegan a calificar a los defensores de los débiles como potenciales terroristas, como enemigos de la mujer, como intolerantes fanáticos, como liberticidas.
El auténtico enemigo de la libertad no está en la cultura provida. Porque la defensa del derecho a la vida nunca es “liberticida”, sino que permite el respeto hacia un derecho fundamental sobre el que se construye cualquier sistema democrático justo: el reconocimiento de la dignidad del otro, la defensa de su integridad física, el compromiso por ofrecerle asistencia y ayuda en sus necesidades más fundamentales como miembro de la gran familia humana.
La violencia debe ser condenada en su raíz. La protesta social contra asesinatos de inocentes ha de estar acompañada por la reacción de todos los hombres y mujeres de buena voluntad ante quienes defienden falsos derechos, ante quienes creen que en él hay progreso cuando se permiten crímenes como los del aborto o la eutanasia.
El no a la violencia será entonces coherente, auténtico, incluyente: porque sabrá promover la tutela de los más débiles: los hijos antes de nacer, los enfermos, los abandonados, los ancianos y los pobres. FP

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