Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una
mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada
María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta
estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te
importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude».
Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas
cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte
buena, que no le será quitada».
«Te preocupas y te
agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola»
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i
Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona, España)
Hoy, también nosotros
—atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de escuchar cómo el Señor
nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el
punto de mira, el horizonte que no hemos de perder nunca de vista en medio de
nuestras ocupaciones cotidianas.
Porque ‘ocupados’ lo estaremos
si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y
henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28).
¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor. «No
te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn 17,15). Sí, el mundo es ‘altar’ para
nosotros y para nuestra entrega a Dios y a los otros.
Somos del mundo, pero no hemos
de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión
de san Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro
mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y
la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria. No son dos realidades
opuestas: hemos de procurar la confluencia de ambas. Y esta confluencia se ha
de producir —en primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se
pueden unir cielo y tierra. Porque en el corazón humano es donde puede nacer el
diálogo entre el Creador y la criatura.
Es necesaria, por tanto, la
oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo
desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del ‘hacer por hacer’. Tenemos
que resistir a esta tentación, buscando ‘ser’ antes que ‘hacer’. Recordemos a
este respecto el reproche de Jesús a Marta: “Tú te afanas y te preocupas por
muchas cosas y sin embargo sólo una es necesaria” (Lc 10,41-42)» (San Juan
Pablo II).
No hay oposición entre el ser y
el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha
elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
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