En el día en el
que la Iglesia católica recuerda la Fiesta de los Santos Inocentes Mártires en
memoria de los tantos niños que el cruel Herodes mandó matar, el Arzobispo de
Tunja, Colombia, asegura que esta es una celebración en la que “se brinda un
homenaje a los niños no nacidos”.
“Lo ocurrido a
los Santos Inocentes es una trágica historia que se ha repetido y se sigue
repitiendo a lo largo del tiempo, con distintos y variados escenarios, con
nuevos personajes: nuevas víctimas, nuevos ‘Herodes’, que determinan la muerte,
no sólo de niños cuando aún están en el vientre materno, sino también de
jóvenes y adultos en masacres, mutilaciones, con la eutanasia, los atropellos a
la dignidad de las personas, los bloqueos sicológicos” ha asegurado el
arzobispo colombiano, Monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos.
Además, tal y
como se lee en la web de la Conferencia Episcopal colombiana, Monseñor Villa
explica que esta fiesta litúrgica, con el correr de los tiempos, “se ha ido
desdibujando y ridiculizando por causa del mundo que pregona ser laico y por
causa del secularismo y, en ocasiones, por la falta de respeto por lo
religioso”.
El Origen del Día de los Santos
Inocentes
El Día de los
Santos Inocentes conmemora un episodio del cristianismo: la matanza ordenada
por el rey Herodes, a todos aquellos niños que fueran menores de dos años
nacidos en Belén (Judea), tras el nacimiento de Jesús de Nazaret. Como Herodes
no sabía en qué lugar se encontraba Jesús ordenó asesinar a todos los niños
pequeños para de este modo poder asegurarse que acababa con la vida de aquel
que estaba destinado a ser rey de reyes.
El Evangelio de
Mateo relata la matanza: Herodes llamó a los Sumos Sacerdotes para preguntarles
en qué sitio exacto iba a nacer el rey de Israel, al que habían anunciado los profetas.
Ellos le contestaron: Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta
Miqueas diciendo: “Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá,
porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel” (Miq. 5, 1).
Entonces
Herodes se propuso averiguar exactamente dónde estaba el niño, para después
mandar a sus soldados a que lo mataran. Y fingiendo dijo a los Reyes Magos: - “Vayan
y averigüen acerca de ese niño, cuando lo encuentren regresan y me lo informan,
para ir yo también a adorarlo”. Los magos se fueron a Belén guiados por la
estrella que se les apareció otra vez, al salir de Jerusalén, y llenos de
alegría encontraron al Divino Niño Jesús junto a la Virgen María y San José; lo
adoraron y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra. En sueños
recibieron el aviso divino de que no volvieran a Jerusalén y regresaron a sus
países por otros caminos, y el pérfido Herodes se quedó sin saber dónde estaba
el recién nacido. Esto lo enfureció hasta el extremo, por lo que rodeó con su
ejército la pequeña ciudad de Belén, y dio la orden de matar a todos los
niñitos menores de dos años, en la ciudad y alrededores.
El mismo
evangelista San Mateo afirmará que en ese día se cumplió lo que había avisado
el profeta Jeremías: “Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel
(la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no quiere que la consuelen,
porque ya están muertos” (Jer. 31, 15).
VN
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