jueves, 22 de diciembre de 2022

Los sentimientos de los pacientes con cáncer durante las fiestas…

Diciembre suele ser un mes que trae mucha intensidad, por donde se lo mire, las expectativas suelen ser muchas: reunirse a despedir el año con amigos y compañeros, pasar Navidad con toda la familia, pedir deseos para el año entrante, agradecer todo lo bueno de este año que se va; pero si además de todo eso en la familia hay alguien con un diagnóstico con cáncer la intensidad puede aumentar. 
El paciente puede sentir la presión de tener que cumplir con las expectativas de los demás y, a veces, también las propias, por ejemplo, no perderse de disfrutar cada momento porque si para algo vino esta enfermedad es para reorganizar prioridades y tener una valoración distinta de la vida y de los vínculos. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo y, a causa de los tratamientos y el cansancio, ir a las reuniones puede resultar difícil si uno no se siente bien, o no tiene ganas que le pregunten sobre el tema, o la famosa ‘tiranía de la positividad’ se vuelve una presión que también hay que afrontar. 
Sucede que quienes acompañan no siempre saben exactamente qué hacer; quieren estar al lado del paciente, pero no saben cómo se siente, suponen qué es lo que necesita, intentan adivinar qué es lo mejor para él, porque para éste suele ser difícil transmitir específicamente sus emociones. ¿Cómo acercarse? Simplemente preguntándole y escuchándolo, respetando sus espacios y sus tiempos de elaboración. 
¿Qué emociones predominan en los pacientes? 
Ante el diagnóstico de cáncer el impacto emocional tanto en el paciente como en su familia y allegados suele ser muy fuerte, ya que aún hoy la palabra ‘cáncer’ está directamente relacionada con la muerte, y el afrontamiento de la enfermedad dependerá de qué experiencia previa tenga esa persona con la enfermedad y de los recursos con los que cuente para llevar adelante el proceso. 
Además del impacto de la noticia, puede aparecer la negación, especialmente al principio (“esto no está pasándome a mí”), el enojo, la tristeza, la ansiedad, la incertidumbre, la desmoralización (“¿para qué? si total me voy a morir”) y, sobre todo, la aparición de nuevos duelos de los que tienen que hacerse cargo: por el estilo de vida, por la posible pérdida de autonomía, por la imagen de sí mismo, por la pérdida de salud y por sobre todo, por la pérdida del ‘control’: queda muy expuesto que hay cosas que no pueden controlarse y no dependen del paciente, sino de muchos factores. En este caso, siempre hay que tener presente sobre qué cosas sí tenemos el control y, sobre todo, apoyarse en lo concreto. Lo mental es clave para afrontar la enfermedad de la mejor manera posible, tratar de ir día a día para no agotarse antes de tiempo y ahorrar energía. 
Hay pacientes que ante las fiestas de fin de año disfrutan de las reuniones familiares, y de repente recuerdan que tienen cáncer y se sienten mal por estar disfrutando del momento. “No sé de qué me río si tengo cáncer”. ¿Y por qué no te vas a reír? Tratar de hacer la vida lo más normal posible, promoviendo recursos de afrontamiento positivos (como apoyarse en los vínculos, hablar sobre lo que nos pasa, planificar, ser responsable, tener los cuidados necesarios, encontrar con el tiempo una valoración positiva, etcétera) pueden cambiar muchísimo cómo se sobrelleva el proceso. 
Actualmente la detección temprana de la enfermedad puede salvar vidas y existe una nueva población: los pacientes que se curan y dejan al cáncer como una anécdota más. Una de esas que se puede contar en la mesa navideña y por la cual brindar cada año. MG

No hay comentarios.:

Publicar un comentario