Investigadores de Estados Unidos identifican los
factores de riesgo y las tendencias que subyacen a la creciente incidencia de
los tumores de aparición temprana en todo el mundo.
En las últimas décadas cada vez más adultos menores
de 50 años desarrollan cáncer. Un estudio realizado por investigadores del
Brigham and Women's Hospital de Boston (Estados Unidos) revela que la
incidencia de estos cánceres de inicio temprano, incluidos los de mama, colon,
esófago, riñón, hígado y páncreas, entre otros, ha aumentado drásticamente en
todo el mundo, y que este aumento comenzó alrededor de 1990.
En un esfuerzo por comprender por qué se está diagnosticando cáncer a
muchas más personas jóvenes, los científicos llevaron a cabo extensos análisis
de los datos disponibles en la literatura y online, incluyendo información
sobre las exposiciones en las primeras etapas de la vida que podrían haber
contribuido a esta tendencia. Los resultados se publican en Nature Reviews Clinical Oncology.
“A partir de nuestros datos, observamos algo llamado
efecto de cohorte de nacimiento. Este efecto muestra que cada grupo sucesivo de
personas nacidas en un momento posterior (por ejemplo, una década más tarde)
tiene un mayor riesgo de desarrollar cáncer más adelante en la vida,
probablemente debido a los factores de riesgo a los que estuvieron expuestos a
una edad temprana -explicó el epidemiólogo Dr. Shuji Ogino-. Descubrimos que
este riesgo aumenta con cada generación. Por ejemplo, las personas nacidas en
1960 experimentaron un mayor riesgo de cáncer antes de cumplir los 50 años que
las personas nacidas en 1950, y prevemos que este nivel de riesgo seguirá
aumentando en las generaciones sucesivas”.
Para llevar a cabo este estudio, el Dr. Ogino, y el Dr. Tomotaka Ugai y
colegas, analizaron primero los datos globales que describen la incidencia de
14 tipos de cáncer que mostraron un aumento de la incidencia en los adultos
antes de los 50 años desde 2000 hasta 2012. A continuación, el equipo buscó los
estudios disponibles que examinaban las tendencias de los posibles factores de
riesgo, incluidas las exposiciones en la vida temprana en las poblaciones
generales. Por último, el equipo examinó la literatura que describe las características
clínicas y biológicas de los tumores de inicio temprano en comparación con los
cánceres de inicio tardío diagnosticados después de los 50 años.
En una extensa revisión, el equipo descubrió que el exposoma de la vida
temprana, que abarca la dieta, el estilo de vida, el peso, las exposiciones
ambientales y el microbioma, ha cambiado sustancialmente en las últimas
décadas. Así, plantearon la hipótesis de que factores como la dieta y el estilo
de vida occidentalizados pueden estar contribuyendo a la epidemia de cáncer de
aparición temprana.
El equipo reconoció que este aumento de la incidencia de ciertos tipos
de cáncer se debe, en parte, a la detección precoz mediante programas de
cribado del cáncer. No pudieron medir con precisión qué proporción de esta
creciente prevalencia podía atribuirse únicamente al cribado y la detección
precoz. Sin embargo, señalaron que es poco probable que el aumento de la
incidencia de muchos de los 14 tipos de cáncer se deba únicamente a la mejora
del cribado.
Entre los posibles factores de riesgo del cáncer de aparición temprana
se encuentran el consumo de alcohol, la falta de sueño, el tabaquismo, la
obesidad y el consumo de alimentos muy procesados. Sorprendentemente, los
investigadores descubrieron que, si bien la duración del sueño de los adultos
no ha cambiado drásticamente a lo largo de varias décadas, los niños duermen
hoy mucho menos que hace décadas. Factores de riesgo como los alimentos
altamente procesados, las bebidas azucaradas, la obesidad, la diabetes de tipo
2, el sedentarismo y el consumo de alcohol han aumentado significativamente
desde la década de 1950, lo que los investigadores especulan que ha acompañado
a la alteración del microbioma.
“Entre los 14 tipos de cáncer en aumento que
estudiamos, 8 estaban relacionados con el sistema digestivo. Los alimentos que
ingerimos alimentan a los microorganismos de nuestro intestino -afirmó el Dr.
Ugai-. La dieta afecta directamente a la composición del microbioma y, a la
larga, estos cambios pueden influir en el riesgo de enfermedad y en los
resultados”.
Una de las limitaciones de este estudio es que los investigadores no
disponían de una cantidad adecuada de datos de países de ingresos bajos y
medios para identificar las tendencias de la incidencia del cáncer a lo largo
de las décadas. En el futuro, los Dres. Ogino y Ugai esperan continuar esta
investigación recopilando más datos y colaborando con institutos de
investigación internacionales para controlar mejor las tendencias mundiales.
También explicaron la importancia de realizar estudios de cohortes
longitudinales con el consentimiento de los padres para incluir a los niños
pequeños que pueden ser objeto de seguimiento durante varias décadas.
“Sin este tipo de estudios, es difícil identificar lo
que alguien que tiene cáncer ahora hizo hace décadas o cuando era un niño
-explicó el Dr. Ugai-. Debido a este reto, nuestro objetivo es realizar más
estudios de cohortes longitudinales en el futuro, en los que seguimos a la
misma cohorte de participantes a lo largo de su vida, recogiendo datos
sanitarios, potencialmente de registros sanitarios electrónicos, y
bioespecímenes en puntos de tiempo determinados. Esto no sólo es más rentable
teniendo en cuenta los muchos tipos de cáncer que hay que estudiar, sino que
creo que nos dará una visión más precisa del riesgo de cáncer para las
generaciones venideras”. BP
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