Acabo de terminar un curso sobre adolescentes en el cual abundaron
conferencias de muchos psicólogos. Tengo que admitir que el curso me ayudó a
entender a los adolescentes mucho más.
Una de las frases que sorprendentemente se repetía mucho fue, “Los jóvenes de hoy día no tienen tolerancia a
la frustración”. Uno hasta dijo que este es el problema principal
de los adolescentes actualmente.
Todos hemos escuchado hasta la saciedad el hecho de que la sociedad va
demasiado rápido, de forma superficial y provisoria... Lo sabemos e incluso
somos parte de esta máquina de avance sin freno. Pero, ¿qué implicaciones tiene esta intolerancia a
la frustración?
El chicle, como lo conocemos, se inventó
en 1848. Hoy día se usa de forma habitual, especialmente en esos momentos
cuando te subes al coche y recuerdas que no te lavaste los dientes. El chicle
es algo que se usa y se tira. La vida útil del chicle está entre 3 o 4 horas.
Es una cosa totalmente desechable. Un
efecto de la intolerancia a la frustración es que todo se convierte como chicle.
Mis relaciones, mi tiempo, mi carrera, incluso mi celular (dura máximo 2
años, algo que podría durar 15) ¡Las personas mismas se convierten en chicle
para uno mismo! No podemos tolerar
la frustración y desechamos todo lo que nos moleste como chicle.
Netflix (ya sabemos cómo empezó) ha
tenido un boom increíble. Revolucionó la manera en la que vemos películas o
series, hasta tal punto de sólo ver películas o series (bueno, y la Champions…).
Un aspecto de Netflix que me impresiona es que cuando se termina una película o
un episodio de una serie te ofrece generosamente el siguiente episodio o una
película parecida para que sigas disfrutando de Netflix a las 2 de la mañana.
¿El hacer clic en esta opción es un acto libre? Digamos que sí… pero un acto
libre muy limitado, rayando con un acto esclavizante. De la misma
forma la intolerancia a la
frustración limita tu libertad. La vida implica frustraciones, es
obvio, pero si ya no se aceptan
las frustraciones en la vida uno naturalmente se irá encerrando. Y,
¿quién es más libre, el niño que se encierra para ver Netflix porque no quiere
enfrentar la realidad, o el que se frustra tratando de cumplir sus sueños? La
intolerancia a la frustración nos va quitando libertad, la libertad necesaria
para fracasar, aprender y avanzar. La
vida sin tolerar la frustración se va convirtiendo en un Netflix programado.
La epinefrina, también conocida como
adrenalina, es una hormona y un neurotransmisor que incrementa la frecuencia
cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, y dilata los conductos de aire. La
epinefrina es el químico que producimos cuando nos frustramos o enojamos. Este
químico participa en la reacción de lucha o huida del sistema nervioso.
Nos ayuda a enfrentar los momentos difíciles y las crisis de todos los días.
Jennifer Lloyd, una inglesa de 20 años sufre de la enfermedad Addison. La
enfermedad de Addison hace que una persona no pueda producir epinefrina. Es muy
rara esta enfermedad pero puede llegar a ser mortal. Si llega a sentir
emociones fuertes o a ser sorprendida de cualquier forma corre el riesgo de
morir. Cuando estudia para exámenes debe estudiar con mucha antelación para no
sentir ningún tipo de presión.
Esto puede ser un caso extremo de lo que hoy día se vive de alguna forma, o
de lo que vendrá en el futuro. Si
hoy se huye de la frustración a toda costa, uno ni crece ni se supera.
Y, tal vez no sea una realidad tan lejana el llegar a eliminar la epinefrina de
nuestra vida para no tener que sentir estrés, frustración o cualquier tipo de
problema. ¿Una vida sin problemas,
sin crisis, sin sudar, sin frustraciones, sin epinefrina… es vida?
La frustración, aunque a nadie le guste, tiene un
rol muy importante en nuestra vida. Pues
como dijo George Steiner, “Me tomó 10
meses aprender a atar un cordón; debo
haber aullado de rabia y frustración. Pero
un día podía atarme los cordones. Eso,
nadie te lo puede quitar. Desconfío
profundamente de la pedagogía de la facilidad”. JA
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