Quien
se acerca una y otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su
contenido es inagotable. Siempre tienen resonancias nuevas. Siempre encontramos
en ellas una luz diferente para el momento que estamos viviendo. Así «resuenan»
hoy en mí las palabras de Jesús.
Felices
los pobres de espíritu, los que saben vivir con poco. Tendrán menos problemas,
estarán más atentos a los necesitados y vivirán con más libertad. El día en que
lo entendamos seremos más humanos.
Felices
los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad. Son un regalo
para nuestro mundo violento. Cuando todos lo hagamos, podremos convivir en
verdadera paz.
Felices
los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede
construir un mundo más fraterno y solidario.
Felices
los que tienen hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser
más justos ni la voluntad de hacer una sociedad más digna. En ellos alienta lo
mejor del espíritu humano.
Felices
los misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Solo
Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Ellos son los que mejor nos pueden
acercar a la reconciliación.
Felices
los que mantienen su corazón limpio de odios, engaños e intereses ambiguos. Se
puede confiar en ellos para construir el futuro.
Felices
los que trabajan por la paz con paciencia y con fe. Sin desalentarse ante los
obstáculos y dificultades, y buscando siempre el bien de todos. Los necesitamos
para reconstruir la convivencia.
Felices
los que son perseguidos por actuar con justicia y responden con mansedumbre a
las injurias y ofensas. Ellos nos ayudan a vencer el mal con el bien.
Felices
los que son insultados, perseguidos y calumniados por seguir fielmente la
trayectoria de Jesús. Su sufrimiento no se perderá inútilmente.
Deformaríamos,
sin embargo, el sentido de estas bienaventuranzas si no añadiéramos algo que se
subraya en cada una de ellas. Con bellas expresiones Jesús pone ante sus ojos a
Dios como garante último de la dicha humana. Quienes vivan inspirándose en este
programa de vida, un día «serán consolados», «quedarán saciados de justicia»,
«alcanzarán misericordia», «verán a Dios» y disfrutarán eternamente en su
reino. JAP
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