Un microbio frecuente en el intestino humano es sospechoso de desempeñar
un importante papel en el desarrollo de cáncer colorrectal, el segundo tumor
más letal y el tercero más común en el mundo, con 2 millones de casos
diagnosticados y un millón de muertes al año. Un equipo de científicos de la
Universidad de Yale, en Estados Unidos, ha descubierto en un grupo de
voluntarios que algunas cepas de la bacteria Morganella morganii producen unas
moléculas tóxicas para el ADN humano, llamadas indoliminas. En el laboratorio,
los investigadores han demostrado que estas sustancias provocan tumores en
ratones. El hallazgo se ha publicado el jueves 27/10 en la revista Science.
En una persona hay más células bacterianas (38 billones) que humanas (30
billones), pero en cada defecación la proporción se puede dar la vuelta en
favor de las células humanas. En ese acto cotidiano, en el que se expulsa un
tercio de los microbios del colon, la persona deja de ser numéricamente
bacteriana y se convierte en plenamente humana. La mayoría de estos
microorganismos son inocuos o incluso beneficiosos, pero algunos pueden
provocar enfermedades, como explicó el Dr. Noah Palm, principal autor del
estudio. «Creemos que es posible que las indoliminas tengan un efecto en el
cáncer colorrectal en los humanos, pero será necesario mucho más trabajo para
demostrar que son la causa», reconoció el Dr. Palm.
El riesgo de sufrir un cáncer colorrectal a lo largo de la vida es de 1
de cada 23 en los hombres y 1 de cada 25 en las mujeres, según datos de
registros europeos de tumores. Los factores de riesgo habituales son el
envejecimiento, el tabaquismo, el consumo de alcohol, el sobrepeso y la
alimentación pobre en frutas y rica en carnes procesadas. Además, tener una
enfermedad inflamatoria intestinal, como la colitis ulcerosa o la enfermedad de
Crohn, incrementa el riesgo de padecer este cáncer.
El equipo del Dr. Noah Palm ha desarrollado una nueva técnica que
permite estudiar simultáneamente un centenar de tipos de microbios y sus
productos. Los investigadores han detectado las indoliminas, hasta ahora
desconocidas, en cepas de Morganella morganii presentes en personas con
enfermedades inflamatorias. «Aunque hay un incremento de esta bacteria en
pacientes con enfermedad inflamatoria intestinal o con cáncer colorrectal,
también se encuentra en personas aparentemente sanas. Incluso las células
epiteliales del intestino de individuos sanos tienen algunas mutaciones que
pueden ser provocadas por toxinas de estas comunidades de microorganismos, como
las indoliminas», expuso el Dr. Palm.
La Morganella morganii, con una longitud de una milésima de milímetro,
es una bacteria que se encuentra habitualmente en el agua, en el suelo y en los
intestinos de los animales mamíferos. Es un microbio normalmente benigno, pero
también se asocia a infecciones urinarias.
El biotecnólogo español Dr. Cayetano Pleguezuelos y sus colegas del
Instituto Hubrecht (Países Bajos) fueron los primeros en demostrar una conexión
directa entre las bacterias que viven en el aparato digestivo humano y las
alteraciones genéticas que provocan el desarrollo de un cáncer. Los
investigadores observaron que una cepa específica de Escherichia coli produce
una molécula tóxica, denominada colibactina, que daña el ADN de las células
humanas, según confirmaron en versiones en miniatura de tejido intestinal
generadas en el laboratorio. Su descubrimiento se publicó en la prestigiosa
revista Nature el 27 de febrero de 2020, cuando la humanidad estaba pendiente de otro
microorganismo: un coronavirus que se extendía por el mundo desde China.
El Dr. Pleguezuelos aplaude el nuevo trabajo, en el que no ha
participado, pero fue cauteloso. «Nuestra microbiota intestinal es muy
compleja, con muchísimas especies de bacterias diferentes, y entre ellas hay
relaciones mutualistas, de simbiosis, de competición negativa... Y hay muchos
otros parámetros. Las bacterias pueden producir estos compuestos tóxicos en los
humanos pero, por alguna razón, puede que no sean capaces de llegar a las
células epiteliales del intestino y causar el daño en el ADN. Estos factores no
los ves en experimentos con ratones», advirtió el biotecnólogo.
El investigador español cree que la nueva técnica de la Universidad de
Yale (EEUU), «abre la puerta a evaluar un gran número de bacterias y su capacidad
de dañar el ADN». En una persona de 70 kilos hay unos 46 kilos de células
humanas, según un estudio de un equipo del Instituto Weizmann de Ciencias, en
Rejovot (Israel). Las células más pesadas son las musculares y las de la grasa.
Los 38 billones de bacterias solo pesan unos 200 gramos, pero forman un
universo extremadamente complejo. «Su capacidad de realizar diferentes
reacciones enzimáticas es inmensa. Y desconocemos la mayoría de las cosas»,
señaló el Dr. Pleguezuelos.
El biotecnólogo del Instituto Hubrecht explicó que cada agente dañino
para el ADN humano provoca un patrón específico de mutaciones, denominado firma
mutacional. Pleguezuelos y sus colegas identificaron la firma mutacional de las
cepas nocivas de la bacteria Escherichia coli y encontraron este rastro
característico en más del 5% de los pacientes con cáncer colorrectal
analizados, frente al 0,1% observado en otros tipos de tumores. La cifra hay
que cogerla con pinzas, a la espera de más estudios en otras poblaciones, pero
da una idea de la magnitud del problema. El 5% de los 2 millones de casos
anuales supondría que hay 100.000 personas con un cáncer colorrectal con la
firma mutacional de estas cepas dañinas de la bacteria Escherichia coli.
El médico Dr. Noah Palm recordó que la mayoría de los casos de cáncer de
colon y recto ocurre en personas que no tienen antecedentes familiares. «Por lo
tanto, los factores ambientales, incluido el microbioma, desempeñan un papel
clave en la mayoría de los casos de cáncer colorrectal. Sin embargo, todavía es
imposible calcular la importancia relativa del microbioma frente a otros
factores ambientales», apuntó el Dr. Palm.
«En la actualidad no hay tratamientos específicos para prevenir el daño
en el ADN inducido por el microbioma. No obstante, en el futuro se podrían
desarrollar tratamientos que neutralicen o eliminen estos microbios productores
de toxinas», opinó. BP
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