La figura de San
Juan Bautista ocupa un lugar importante en el Nuevo Testamento y concretamente
en los evangelios. Ha sido comentada en la tradición cristiana más antigua y ha
calado hondamente en la piedad popular, que celebra la fiesta de su nacimiento
con especial solemnidad desde muy antiguo.
En los últimos
años viene siendo centro de atención entre los estudiosos del Nuevo Testamento
y de los orígenes del cristianismo que se plantean qué se puede conocer acerca
la relación entre Juan Bautista y Jesús de Nazaret desde el punto de vista de
la crítica histórica.
Dos tipos de
fuentes hablan de Juan Bautista, unas cristianas y otras profanas. Las
cristianas son los cuatro evangelios canónicos y el evangelio gnóstico de
Tomás. La fuente profana más relevante es Flavio Josefo, que dedicó un largo
apartado de su libro Antiquitates Judaicae (18,116-119) a
glosar el martirio del Bautista a manos de Herodes en la fortaleza de
Maqueronte (Perea). Para valorar las eventuales influencias puede ayudar
fijarse en lo que se sabe acerca de la vida, la conducta y el mensaje de ambos.
Juan Bautista
coincidió en el tiempo con Jesús, seguramente nació algún tiempo antes y
comenzó su vida pública también antes.
Era de origen sacerdotal
(Lc 1), aunque nunca ejerció sus funciones y se supone que se mostró opuesto al
comportamiento del sacerdocio oficial, por su conducta y su permanencia lejos
del Templo. Pasó tiempo en el desierto de Judea (Lc 1,80), pero no parece que
tuviera relación con el grupo de Qumrán, puesto que no se muestra tan radical
en el cumplimiento de las normas legales (halakhot).
Murió condenado
por Herodes Antipas (Flavio Josefo, Ant. 18,118). Jesús, por su parte, pasó
su primera infancia en Galilea y fue bautizado por él en el Jordán. Supo de la
muerte del Bautista y siempre alabó su figura, su mensaje y su misión
profética.
Comportamiento
De su vida y
conducta Josefo señala que era “buena persona” y que muchos “acudían a él y se
enardecían escuchándole”. Los evangelistas son más explícitos y mencionan el
lugar donde desarrolló su vida pública, Judea y la orilla del Jordán, su
conducta austera en el vestir y en el comer, su liderazgo ante sus discípulos y
su función de precursor, al descubrir a Jesús de Nazaret como verdadero Mesías.
Jesús, en cambio,
no se distinguió en lo externo de sus conciudadanos: no se limitó a predicar en
un lugar determinado, participó en comidas de familia, vistió con naturalidad
y, aun condenando la interpretación literalista de la ley que hacían los
fariseos, cumplió todas las normas legales y acudió al templo con asiduidad.
Mensaje y bautismo
Juan Bautista,
según Flavio Josefo, “exhortaba a los judíos a practicar la virtud, la justicia
unos con otros y la piedad con Dios, y después a recibir el bautismo”. Los
evangelios añaden que su mensaje era de penitencia, escatológico y mesiánico:
exhortaba a la conversión y enseñaba que el juicio de Dios es inminente: vendrá
uno “más fuerte que yo” que bautizará en espíritu santo y fuego.
Su bautismo era
para Flavio Josefo “un baño del cuerpo” y señal de la limpieza del alma por la
justicia. Para los evangelistas era “un bautismo de conversión para el perdón
de los pecados” (Mc 1,5). Jesús no rechaza el mensaje del Bautista, más bien
parte de él (Mc 1,15) para anunciar el reino y la salvación universal, y se
identifica con el Mesías que Juan anunciaba, abriendo el horizonte
escatológico.
Y, sobre todo, hace
de su bautismo fuente de salvación (Mc 16,16) y puerta para participar de los
dones otorgados a los discípulos.
En resumen, entre
Juan y Jesús hubo muchos puntos de contacto, pero todos los datos conocidos
hasta ahora ponen de manifiesto que Jesús de Nazaret superó el esquema
veterotestamentario del Bautista (conversión, actitud ética, esperanza
mesiánica) y presentó el horizonte infinito de salvación (reino de Dios,
redención universal, revelación definitiva).
¿Jesús era
discípulo de San Juan Bautista?
Puesto que la
relación entre Juan Bautista y Jesús fue tan directa e intensa, cabría
preguntarse si entre ellos hubo una relación de maestro-discípulo. Para una
respuesta adecuada a esta cuestión se requieren explicar los tres datos que se
han debatido sobre este tema entre los estudiosos, a saber, el discipulado de
Juan, el alcance de su bautismo en el Jordán y las alabanzas de Jesús al
Bautista.
1. Los discípulos
de Juan
Los evangelios
señalan con frecuencia que Juan tenía discípulos, entre los cuales algunos se
fueron con Jesús (Jn 1,35-37). No eran, por tanto simples seguidores
eventuales; le acompañaban, le seguían y seguramente compartían su misma vida
(Mc 2,18) y sus mismas ideas (Jn 3,22).
Flavio Josefo
distinguía dos clases de partidarios, unos que le escuchaban con atención
hablar de virtud, de justicia y de piedad, y se bautizaban; otros que “se
reunían en torno a él porque se exaltaban mucho al oírle hablar” (Antiquitates
iudaicae 18,116-117). Entre los seguidores de Juan hubo quien llegó
a plantear a su maestro si Jesús con su conducta estaba mostrándose como un
rival (Jn 3,25-27), por tanto no lo consideraban como uno de los suyos.
2. El bautismo de
Jesús
Los especialistas
no dudan de la historicidad del hecho, entre otras cosas porque su inclusión en
los evangelios planteaba ciertas dificultades: una, la posible interpretación
de que el Bautista era superior al bautizado, a Jesús, y otra, que siendo un
bautismo de penitencia podría pensarse que Jesús tenía conciencia de ser
pecador.
Los sinópticos
dejan claro en sus relatos que Juan se reconoce inferior: rehúsa bautizar a
Jesús (Mt 3,13-17), la voz del cielo revela la dignidad divina de Jesús (Mc
1,9-11), y el cuarto evangelio que no relata el bautismo señala que el Bautista
da testimonio de haber visto posarse la paloma sobre Jesús (Jn 1,29-34) y de su
propia inferioridad (Jn 3,28).
Sin embargo, no se
deduce de ahí inmediatamente que Jesús fuera discípulo de Juan el Bautista. Si
los evangelistas si no detallan que Jesús fue discípulo de Juan es porque no lo
fue.
3. Las alabanzas
de Jesús
Hay dos frases de
Jesús que demuestran su estima por el Bautista. Una la recogen Mateo (Mt 11,11)
y Lucas (7,28): “no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan
el Bautista”. Otra está en Marcos (9,13) y aplica al Bautista la profecía de Ml
3,23-24: “Elías vendrá primero y restablecerá todas las cosas (…).
Sin embargo, yo os
digo —afirma Jesús— que Elías ya ha venido y han hecho con él lo que querían,
según está escrito de él”. No cabe duda de que la persona de Juan, su bautismo
(cfr. Mt 21,13-27) y su mensaje estuvieron muy presentes en la vida de Jesús.
Sin embargo siguió
un camino totalmente diferente: en su conducta, puesto que recorrió todo el
país, la capital Jerusalén y el ámbito del templo; en su mensaje, pues predicó
el reino de salvación universal; en sus discípulos, a quienes instruyó en el
mandamiento del amor por encima de normas legales y hasta de prácticas
ascéticas. Pero lo más llamativo es que Jesús abre el horizonte de salvación a todos
los hombres de todas las razas y de todos los tiempos.
En resumen, en el
supuesto poco probable y nada comprobado de que Jesús pasara algún tiempo junto
a los seguidores del Bautista, no se puede decir que recibiera un influjo
decisivo. Jesús más que discípulo fue el Mesías y Salvador anunciado por el
último y mayor de los profetas, Juan el Bautista. SA
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