Texto
del Evangelio (Jn 11,45-56): En
aquel tiempo, muchos de los judíos que habían venido a casa de María, viendo lo
que había hecho, creyeron en Él. Pero algunos de ellos fueron donde los
fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús. Entonces los sumos sacerdotes
y los fariseos convocaron consejo y decían: «¿Qué hacemos? Porque este hombre
realiza muchas señales. Si le dejamos que siga así, todos creerán en Él y
vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra nación». Pero
uno de ellos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo:
«Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno
solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto no lo dijo por su propia
cuenta, sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a
morir por la nación —y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a
los hijos de Dios que estaban dispersos—. Desde este día, decidieron darle
muerte.
Por eso Jesús no andaba ya en público entre los
judíos, sino que se retiró de allí a la región cercana al desierto, a una
ciudad llamada Efraim, y allí residía con sus discípulos. Estaba cerca la
Pascua de los judíos, y muchos del país habían subido a Jerusalén, antes de la
Pascua para purificarse. Buscaban a Jesús y se decían unos a otros estando en
el Templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta?». Los sumos sacerdotes
y los fariseos habían dado órdenes de que, si alguno sabía dónde estaba, lo
notificara para detenerle.
Comentario del Evangelio
Hoy empieza a fraguarse el juicio de las autoridades
religiosas de Israel contra Jesús. Hace poco que Él ha resucitado a Lázaro. Eso
ocurrió en Betania, muy cerca de la capital. Allí llega la noticia. No pueden
negar los milagros; al contrario, ellos mismos son testigos de las obras del
Señor.
—Incluso movidos por envidia, serán instrumentos del
Padre, que pedía al Hijo ofrecerse en sacrificio por la salvación del mundo
entero.
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