La
neumonía es una infección respiratoria prevalente que afecta a millones de
personas en todo el mundo. Según la OMS, la neumonía causa inflamación en los
sacos de aire, conocidos como alvéolos, en uno o ambos pulmones. Cuando estos
alvéolos se llenan de pus o líquido, dificultan la ingesta de oxígeno y
provocan dificultades respiratorias. La neumonía ocurre cuando el organismo
abruma la inmunidad del huésped, lo que resulta en daño pulmonar y compromiso
de la función pulmonar.
Los
síntomas comunes incluyen tos seca o mucosidad espesa de color amarillo, verde
o manchada de sangre, fiebre alta, dificultad para respirar, malestar agudo en
el pecho, sudoración y temblores. Los expertos creen que la detección temprana
y las vacunas anuales pueden ayudar a minimizar la posibilidad de contraer
neumonía y la gravedad de la afección.
Aunque
la neumonía está muy extendida y puede aparecer en cualquier lugar y en
cualquier momento, existen varios mitos y conceptos erróneos al respecto. Estos
mitos pueden dar lugar a malentendidos sobre la etiología, los síntomas y la
prevención de la enfermedad. Al abordar algunos mitos comunes sobre la neumonía
en este artículo, esperamos aumentar la conciencia y la comprensión de esta
enfermedad.
Mito 1:
la neumonía es solo una forma grave de resfriado común
Si bien
existe cierta superposición de síntomas, es importante distinguir la neumonía del
resfriado común. Los resfriados son infecciones virales del tracto respiratorio
superior, a diferencia de la neumonía, que es una infección del parénquima
pulmonar, una red compleja de alvéolos de paredes delgadas que facilitan el
intercambio de gases. Además de los síntomas habituales del resfriado, la
neumonía puede provocar dificultad para respirar, fiebre con escalofríos y
expectoración de flema, moco o sangre. Además, los enfoques para tratar la
neumonía y el resfriado común difieren.
El
resfriado común generalmente afecta el tracto respiratorio superior en lugar de
los pulmones, lo que resulta en niveles normales de oxígeno en los pulmones y
una duración más leve de la enfermedad. Por el contrario, la neumonía
representa una amenaza mayor, especialmente para personas con sistemas
inmunológicos comprometidos, y sus síntomas son más graves y persistentes que
los del típico resfriado. Buscar consejo médico es crucial cuando se
experimentan síntomas persistentes similares a los de la gripe.
Mito 2:
la neumonía es muy contagiosa
Generalmente,
la neumonía no se considera contagiosa de forma aislada; su transmisibilidad
depende del germen específico responsable de la infección. Virus como la
influenza (gripe) y el COVID-19, o las bacterias de las infecciones de los
senos nasales, pueden propagarse a través de gotitas respiratorias cuando una
persona infectada estornuda, tose o contamina superficies.
La
neumonía por aspiración resulta de la inhalación de alimentos, líquidos,
vómitos u objetos hacia los pulmones, lo que debe distinguirse de las neumonías
no contagiosas como la neumonía por hongos. Para reducir el riesgo de neumonía,
es imperativo tomar precauciones contra la transmisión de infecciones
subyacentes. Esto incluye observar prácticas como lavarse las manos con
regularidad, practicar la etiqueta adecuada al toser y estornudar y evitar el
contacto con personas que presenten síntomas de enfermedad.
Mito 3:
la bronquitis y la neumonía son la misma enfermedad
Aunque
la bronquitis y la neumonía pueden ocurrir simultáneamente, afectan diferentes
segmentos del sistema respiratorio. La bronquitis provoca inflamación en los
conductos pulmonares, mientras que la neumonía afecta el tejido pulmonar
responsable de la absorción de oxígeno en el torrente sanguíneo. Para un
tratamiento adecuado se requiere un diagnóstico preciso, a menudo asistido por
pruebas médicas.
Mito 4:
la neumonía sólo afecta a los niños
La
neumonía es una infección que puede afectar a personas de todos los grupos de
edad. Los niños pequeños y los ancianos tienden a ser más susceptibles a esta
enfermedad, posiblemente debido al sistema inmunológico subdesarrollado en los
niños y a la inmunidad comprometida en las personas mayores, a menudo agravada
por condiciones comórbidas como presión arterial alta, diabetes y obesidad. Las
personas mayores de 65 años con neumonía corren un mayor riesgo de sufrir
complicaciones, hospitalización y mortalidad.
Mito 5:
la neumonía sólo ocurre en invierno
Aunque
la neumonía, la gripe y el VRS son más frecuentes en los meses más fríos, los
expertos médicos aclaran que la neumonía puede presentarse en cualquier
momento. Los gérmenes que causan la neumonía persisten durante todo el año, por
lo que debemos adoptar medidas preventivas para el bienestar general.
Mito 6:
los antibióticos curan todos los tipos de neumonía
Los
antibióticos son eficaces contra la neumonía bacteriana pero no contra la
neumonía viral. Su proveedor de atención médica le recetará el tratamiento más
adecuado según la causa específica de su neumonía. Es fundamental evitar tomar
antibióticos innecesariamente, ya que esto puede provocar resistencia a los
antibióticos. Si tienes neumonía viral, lo más probable es que tu médico te
oriente sobre cómo controlar tus síntomas en casa, lo que puede incluir medicamentos
de venta libre.
En el
caso de infecciones bacterianas, debes completar todo el tratamiento con
antibióticos según lo prescrito por tu proveedor de atención médica. Si tienes
neumonía por hongos, tu proveedor puede usar medicamentos antimicóticos para
eliminar o prevenir el crecimiento de hongos dañinos en tu cuerpo. La
hospitalización puede ser necesaria si tus síntomas son graves.
Mito 7:
la neumonía no supone ningún riesgo para las personas sanas
Una
persona sana puede contraer neumonía si está expuesta al organismo que la causa
durante un período prolongado, aunque esto es poco común. Cuando la bacteria
que causa la neumonía supera la inmunidad de una persona sana, se puede
desarrollar neumonía. En personas sanas, la naturaleza leve de la neumonía
ayuda a facilitar una recuperación más rápida. La Asociación Estadounidense del
Pulmón advierte que, si bien la mayoría de las personas se recuperan de la
neumonía en unas pocas semanas, ésta puede ser potencialmente fatal.
Mito 8:
la neumonía no se puede prevenir
La
neumonía se puede prevenir eficazmente mediante varios medios. Esto incluye
recibir vacunas contra la gripe y vacunas anuales contra la influenza, que
reducen significativamente la probabilidad de contraer neumonía. Además, a
menudo se recetan antibióticos para el tratamiento de la neumonía. Las personas
de alto riesgo pueden reducir aún más su riesgo al recibir la vacuna
neumocócica conjugada (PCV13), seguida de la vacuna neumocócica de polisacárido
(PPSV23), particularmente eficaz contra Streptococcus pneumoniae, la bacteria
más común culpable de la neumonía. Estas vacunas se recomiendan habitualmente
para niños, ancianos y personas con sistemas inmunitarios comprometidos.
Mantener comorbilidades bien controladas, como la diabetes, también juega un
papel crucial en la reducción de la susceptibilidad a la neumonía.
Lavarnos las
manos con jabón, según un estudio de 2005 publicado en la revista médica The
Lancet, puede reducir en un 50% la incidencia de neumonía en niños menores de
cinco años. Adoptar un estilo de vida saludable, realizar actividad física con
regularidad, llevar una dieta equilibrada, dejar de fumar, dormir lo suficiente
y utilizar cubrebocas en zonas públicas ayuda a prevenir la neumonía. JQR
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