La adolescencia es un período
clave para la construcción de la identidad y el desarrollo de hábitos que
impactarán en la vida adulta. Sin embargo, la sobreexposición a pantallas y
redes sociales puede afectar el bienestar emocional de los jóvenes, generar trastornos
de sueño, ansiedad y problemas de autoestima. La Lic. Malena Casasola,
especialista en psicología clínica y deportiva de DIM Centros de Salud, aborda
cómo establecer límites saludables en el uso de dispositivos y fomentar un
entorno de apoyo para el bienestar mental de los adolescentes.
La adolescencia es el período
del desarrollo humano posterior a la niñez y anterior a la adultez, en el cual
tienen lugar importantes cambios sexuales, sociales y psicológicos, necesarios
para formar a un individuo maduro. La OMS indica que la adolescencia comienza
con el inicio del proceso biológico de maduración sexual (pubertad) y abarca
entre los 10 y los 19 años. Sin embargo, no es posible establecer un rango
exacto de edad, ya que depende de cada individuo, de su historia y de su
contexto sociocultural.
Se trata de una etapa de
cambios. Nuevamente, la OMS aporta datos que dicen que uno de cada siete
adolescentes - de entre 10 y 19 años (el 14%) - padece algún trastorno mental y
lamentablemente muchas de estas afecciones no reciben el reconocimiento y el
tratamiento que requieren. Los adolescentes con un trastorno mental pueden
sufrir exclusión social, discriminación, dificultades educativas, mala salud
física y violaciones de los derechos humanos. También pueden ser víctimas de
estigmatización, lo cual puede disuadirles de buscar ayuda, e incurrir en
conductas de riesgo.
“Nuestra salud mental puede
verse afectada por diversos factores y cuantos más sean los factores de riesgo
a los que están expuestos los adolescentes, como la exposición a situaciones
adversas, la presión social del entorno y la exploración de la propia
identidad, mayores serán sus efectos en su salud mental”, explica la
especialista. “Es de vital importancia diseñar y aplicar estrategias de apoyo
de salud mental dirigidas a los adolescentes, mediante la aplicación de
diversos recursos que beneficien su bienestar psicológico y que impacten de
manera positiva en sus vidas, a través del aprendizaje socioemocional”,
completa.
Qué pasa con las pantallas
“Sin duda las pantallas forman
parte de nuestra vida actual, resultan un integrante más de la familia y de los
diferentes grupos de los que formamos parte. Nos comunican, nos mantienen
conectados… Gracias a ellas podemos comunicarnos con amigos o parientes
lejanos, contactarnos con personas alrededor de todo el mundo, estar informado
sobre el día a día de mis equipos favoritos, establecer redes laborales nuevas,
etc. Hoy, es imposible que nos imaginemos un mundo sin celulares o wifi”,
comenta la Lic. Casasola.
El uso de las pantallas
electrónicas representa para los padres un verdadero reto para controlar el
tiempo que un niño pasa frente a las mismas. “Es fundamental reflexionar sobre
diferentes aspectos que impactan directamente sobre la salud de nuestros niños
y adolescentes. Sin duda alguna, la sobreexposición a las pantallas acarrea
diversos efectos contraproducentes para nuestra salud”.
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Aumento de peso, lo que genera diferentes grados de obesidad desde
edades tempranas.
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Trastornos del sueño.
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Trastornos de conducta con irritabilidad.
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Decaimiento.
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Retrasos en el desarrollo del lenguaje y cognitivo que conducen al bajo
rendimiento escolar.
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Déficit de atención.
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Trastornos emocionales.
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Adicciones.
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Problemas de autoestima.
La OMS emitió recomendaciones
claras sobre el uso de pantallas en niños/adolescentes y los datos que las
respaldan son alarmantes. Según los especialistas, el 60% de los niños no logra
desarrollar el lenguaje correctamente debido a la exposición excesiva a
dispositivos electrónicos.
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Niños menores de 2 años: nada de pantallas.
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De 2 a 4 años: hasta una hora (60 minutos).
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De 5 a 17 años: no pasar de dos horas (120 minutos).
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Consejos útiles para un uso
inteligente de pantallas:
1) La exposición a las
pantallas debe ser vigilada por los padres, cuidar el tiempo y contenido en
función a la edad y comprensión del niño para que sea un factor positivo en su
desarrollo físico, cognitivo, emocional y social.
2) Los padres deben hacer
énfasis en la selección de los programas para que tengan alta calidad educativa
y con acompañamiento de diálogo familiar.
3) Fortalecer las sesiones de
lectura comprensiva, tiempos recreativos al aire libre y la iniciación de
actividades deportivas de su elección para mantener la adherencia al mismo.
4) Las pantallas no deben
acompañar a las familias durante el rato de la comida/cena, ni durante el
tiempo dedicado a las actividades extraescolares o al estudio.
5) Evitar su uso dos horas
antes de dormir.
6) Explicar a los niños desde
pequeños, las consecuencias de un uso excesivo y las normas para un uso
responsable y sin riesgo: no dar datos personales, no quedar con desconocidos,
no introducir datos bancarios, emplear lenguaje correcto.
7) Los padres y cuidadores
deben dar ejemplo a los más pequeños y tratar, en lo posible, de no usar
pantallas en el tiempo dedicado a la familia y tareas de la casa. No olvidar
que somos modelos de conducta.
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Algunas señales de adicción
digital en adolescentes:
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Estar ‘permanentemente’ con el teléfono.
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Cambios en el comportamiento. Presentar mayor irritabilidad y pobre
gestión emocional.
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Presentar reacciones extremas cuando se les separa del dispositivo.
impaciencia, irritabilidad, inquietud, incapacidad para concentrarse en la
escuela cuando se les separa del teléfono.
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Alteraciones en el sueño.
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Alternar entre múltiples dispositivos y programas de manera permanente
(redes sociales, mensajes de texto, juegos, etc.)
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¿Qué es la desintoxicación
digital y cómo podemos ponerla en marcha?
“Podemos definirla como la
reducción intencional o la abstinencia temporal del uso de medios digitales,
particularmente del uso de celulares inteligentes y presencia en redes
sociales, y esto ha surgido como una posible solución para mitigar los impactos
negativos del abuso de tecnología en el bienestar de los adolescentes”, detalla
la licenciada. Algunas recomendaciones para llevarlo a la práctica son:
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Establecer un momento determinado para desconectarse. Una franja horaria
en la cual no se utilice ningún dispositivo electrónico.
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Eliminar distracciones. Eliminar o reducir aplicaciones que nos lleven a
perder el tiempo como, por ejemplo: juegos.
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Desactivar las notificaciones.
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Activar la escala de grises. La idea es que al ver una pantalla un
poquito más ‘aburrida’, y que el cerebro entienda que pasar horas pegada a
dispositivos ya no es tan atractivo y el celular perderá magia.
-
Prohibir el celular en la mesa. Los almuerzos y las cenas son momentos
de reunión familiar donde será fundamental motivar el diálogo, la conexión y la
presencia plena.
En cuanto al tratamiento en
las adicciones digitales será fundamental siempre incluir a la familia. “La
adolescencia es un período crucial para el desarrollo de hábitos sociales y
emocionales fundamentales para el bienestar mental, como los patrones de sueño
saludables, el ejercicio regular, la capacidad para enfrentar situaciones
difíciles y resolver problemas, las aptitudes interpersonales y la gestión de
las emociones. Por eso, los adolescentes necesitan contar con un entorno
favorable y protector en su familia, su escuela y su entorno”, advierte
Casasola. “Los dispositivos electrónicos no son ni buenos ni malos per se… como
todo, dependerá del uso que le demos, por eso es fundamental limitar y hacer un
uso correcto de los mismos como así también poder transmitir a los niños y
adolescentes el uso conveniente y los posibles peligros a los cuáles pueden
enfrentarse”, concluye.
Finalmente, si existe alguna
sospecha respecto del uso de los dispositivos por parte de un niño, adolescente
o joven en la familia, es fundamental consultar con un especialista. BP
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