Quienes tenemos la responsabilidad de comunicar siempre
nos preguntamos ¿cómo transmitir mejor nuestro mensaje?
Esta pregunta requiere una mayor reflexión cuando el
mensaje se trata del evangelio ¿cómo proclamar hoy el mensaje de Jesús? En una
sociedad enmarcada por antivalores, por la presión del stress, por el
consumismo desmedido, ¿cómo construir un mensaje de salvación, de fe, de
esperanza y de caridad? Vamos a identificar en Jesús algunas ideas que nos
pueden ayudar. Situarnos en medio
del pueblo y de su historia, es decir, comprender la realidad de nuestra
sociedad.
Jesús utilizó un lenguaje directo, apropiado, cargado
de una simbología propia de la cotidianidad en la cual creció y vivió; un
código acorde con el público al cual dirige su mensaje.
Son las parábolas ejemplo de ésta facilidad que tenía
para adaptar su lenguaje sin perder la esencia de su mensaje. Jesús vivió todas
las costumbres y actividades de su época, enseñanzas recibidas de sus padres, y
en especial su madre, quienes lo instruyeron en la realidad de su contexto
histórico. La utilización de las metáforas para sus parábolas surgen de la
realidad cotidiana de su época (Willam, 1994). Un mensaje de una gran
sencillez; pero a la vez de una gran profundidad doctrinal. Un mensaje que está
dirigido al corazón y a la mente de los hombres de su época y que trasciende al
hombre de hoy.
Otro aspecto es el carácter preferencial por los
marginados. Es el público por excelencia de su mensaje. Era escuchado por una
gran diversidad de personas; pero su intención apuntaba a públicos muy
concretos: “Bienaventurados los pobres de espíritu... los mansos... los que
lloran... los que tienen hambre y sed de justicia... los misericordiosos... los
limpios de corazón... los que trabajan por la paz... los perseguidos por causa
de la justicia... Bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan y
digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa” (Mt, 5, 3-11)
Su cercanía y actitud con las personas es otro
componente que debemos destacar. Jesús sabe escuchar, observar, contemplar y
penetrar en lo profundo de los corazones. Escuchó a todas las personas que se
le acercaban: a los discípulos, a sus amigos, a los niños, a los soldados, a
los cobradores de impuestos, a las prostitutas, a los enfermos, a los que
ostentaban el poder político, a los que representaban el poder religioso, al
ladrón, en definitiva todo aquel que tuvo un contacto con Jesús encontró un
solo mensaje, pero con palabras acordes a su entendimiento y a la voluntad de
su mente y alma.
Un mensaje que respetaba la libertad. Jesús era un
hombre de diálogo. No importa el tiempo. Él se encontraba con el prójimo y
utilizaba el tiempo necesario para dialogar. Cuando leemos los evangelios
descubrimos encuentros muy importantes en los cuales Jesús mantenía un diálogo
tranquilo, sereno, de una gran escucha y al mismo tiempo de una seguridad en su
doctrina y en su mensaje.
Una correcta selección de los canales de comunicación
es otra de sus características (Aguirre).
No sólo es la correcta selección de sus palabras, de
sus gestos y de sus actos; él sabía seleccionar los espacios para comunicar su
mensaje. Su primera predicación la realiza en la sinagoga (Lc 4, 16-30); y
seguiría predicando desde lugares en los cuales podía ser escuchado, incluyendo
otros territorios: “También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva
del Reino de Dios” (Lc 4, 43).
La Buena Nueva la enseñó utilizando paralelamente otros
signos del Reino de los Cielos, los milagros. Otra forma de comunicar el
mensaje que avalaba su predicación. En especial la enseñanza correspondiente a
la fe, condición necesaria para alcanzar la sanación: “¡Animo!, hija, tu fe te
ha salvado” (Mt 9,22). Jesús es ejemplo de su palabra y quienes están a su
alrededor lo conocen por su predicación, sus obras y su testimonio.
En definitiva la misión que Jesús encomienda a sus
discípulos es comunicar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Pero la
comunicación de Jesús es un signo de comunión porque además de transmitir la
Buena Noticia con sentimiento, con verdad, con sabiduría, “se entrega Él mismo
como Palabra viva” (Aguirre: 132). VMPM
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