Muchas
personas centran su oposición al aborto en argumentos de tipo religioso, y
realmente hay razones de enorme peso en ese ámbito y hay que tenerlas muy
presentes.
Pero como
vivimos en una sociedad muy plural, en la que esos argumentos son
descalificados en bastantes ámbitos, es preciso que recurramos de modo habitual
a planteamientos que tengan una validez universal, que sean accesibles a
cualquiera, independiente de sus conocimientos científicos o teológicos.
“A veces
-señala Julián Marías-, se usa una expresión de refinada hipocresía para
denominar el aborto provocado: se dice que es la “interrupción del embarazo”.
Los partidarios de la pena de muerte tienen resueltas sus dificultades. La horca
o el garrote pueden llamarse “interrupción de la respiración”, y con un par de
minutos basta.
Cuando se
provoca el aborto o se ahorca, se mata a alguien. Y es una hipocresía más
considerar que hay diferencia según en qué lugar del camino se encuentre el
niño que viene, a qué distancia de semanas o meses del nacimiento va a ser
sorprendido por la muerte.
Con frecuencia
se afirma la licitud del aborto cuando se juzga que probablemente el que va a
nacer (el que iba a nacer) será anormal física y psíquicamente. Pero esto
implica que quien es anormal “no debe vivir”, ya que esa condición no es
probable, sino segura. Y habría que extender la misma norma al que llega a ser
anormal por accidente, enfermedad o vejez. Y si se tiene esa convicción, hay
que mantenerla con todas sus consecuencias; otra cosa es actuar como Hamlet en
el drama de Shakespeare, que hiere a Polonio con su espada cuando está oculto
detrás de la cortina. Hay quienes no se atreven a herir al niño más que cuando
está oculto -se pensaría que protegido- en el seno materno.
Se habla del
derecho a disponer del propio cuerpo. Pero, aparte de que el niño no es parte
del cuerpo de su madre, sino alguien corporal implantado en la realidad
corporal de su madre, ese supuesto derecho no existe. A nadie se le permite la
mutilación; los demás, y a última hora el poder público, lo impiden. Y si me
quiero tirar desde una ventana, acuden la policía y los bomberos y por la
fuerza me lo impiden.
Si el aborto
se impone y se generaliza, si el hombre de nuestra época vive de acuerdo con
esos principios, compromete su misma condición humana. Por eso podría decirse
que la aceptación social del aborto es probablemente lo más grave que ha
acontecido en nuestra época.
—Pero lo
cierto es que, en muchos ambientes, estar en contra del aborto se considera un
extremismo fanático, un imponer a los demás unas opiniones personales que se
consideran ultraconservadoras y retrógradas.
Ya hemos dicho
que todavía no está lejos la época en la que poseer otros seres humanos se veía
tan normal como poseer cabezas de ganado. Y que esas posturas esclavistas se
defendían en países tan avanzados como Estados Unidos hasta poco antes de 1860.
De hecho, cuando Abrahán Lincoln llegó a la Presidencia en 1861 y estableció la
abolición de la esclavitud, los sureños iniciaron la guerra de secesión, con el
argumento de que el nuevo gobierno pretendía arrebatar a los estados del sur
sus “derechos” sobre los esclavos. Fueron cuatro años de guerra en la que se
invocaban palabras como “derechos” y “libertad” para defender una brutal forma
de opresión.
Y quizá hoy la
historia se repite, porque en todo el mundo occidental se habla de “derechos” y
de “libertad” para acabar con la vida de niños aún no nacidos, sobre todo si
son deficientes. Gracias a Dios, una minoría cada vez más numerosa de hombres y
mujeres de diversos colores políticos y religiosos, sostiene una clara postura
en contra del aborto
Y como sucedía
con los que luchaban contra la esclavitud, también ellos son tachados de
extremistas y de enemigos de la libertad, pero tampoco deberíamos extrañarnos
mucho, pues así ha sucedido siempre a quienes lucharon contra aberraciones que
se hicieron normales en diferentes épocas a lo largo de la historia. AA
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