Lidano murió en 1118 y fue sepultado en la iglesia de su cenobio, donde permaneció hasta la destrucción de la iglesia, ocurrida durante las luchas del emperador Federico II y el papado, en la primera mitad del siglo XIII; las reliquias fueron entonces trasladadas a la catedral de Sezze, por voluntad del obispo Drusino. Otros actos oficiales nos recuerdan el culto que se le tributaba en la zona pontina: en 1312 la más grande de las campanas de la catedral, que todavía existe, fue dedicada a san Lidano, y en 1473 el magistrado de la ciudad se comprometió, con acta notarial, a ofrecer cada dos años en honor al santo un cáliz de plata.
El papa León X (1475-1521) confirmó el culto y organizó la fiesta establecida por los estatutos de la ciudad de Sezze; en 1606 fue el reconocimiento de las reliquias, con la construcción de un nuevo altar, completado en 1672, con una valla en madera dorada. San Carlos de Sezze, franciscano en 1670, llevaba siempre consigo una reliquia del santo, y con ella bendijo al enfermo papa Clemente IX. Pío VI, el 9 de abril de 1791, concedió oficio propio y la solemne festividad el 2 de julio. Un códice del siglo XIV, conservado en el archivo capitular de Sezze, contiene la más antigua imagen de Lidano, junto con la narración de su vida, en la que es representado en hábito monacal benedictino, con sus manos en la Regla y con el báculo abacial.
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