Texto del Evangelio (Mt 11,28-30): En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: «Venid
a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.
Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de
corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi
carga ligera».
«Venid a mí todos los
que estáis fatigados y sobrecargados (...) y hallaréis descanso»
Comentario: Rev. D. Jaume GONZÁLEZ i
Padrós (Barcelona, España)
Hoy, acaba el ciclo de lecturas
feriales que tienen por protagonista al profeta Isaías. Él nos hace caer en la
cuenta de que la actualidad de la venida del Mesías fue anunciada
proféticamente.
Esperar el retorno del Señor,
su ‘adventus’, exige al creyente un claro propósito de no desfallecer, pase lo
que pase mientras tanto. Porque no podemos ignorar que la espera no siempre
resulta ligera, y se puede llegar a pensar que, de hecho, vista la propia
flaqueza, no se alcanzará la perseverancia de una vida cristiana con tenacidad.
La tentación del desánimo está siempre cerca de quienes somos débiles por
naturaleza.
También nos puede traicionar el
olvido de que el Reino se abre paso sobre todo por la voluntad de Dios, a pesar
de las resistencias de quienes no tenemos una ‘determinada determinación’,
suficientemente decidida, para buscarlo por encima de todo y con absoluta
prioridad. Demasiadas veces nos lamentamos de nuestro cansancio: un poco hemos
pasado cuentas y nos hemos percatado de la poquedad de los resultados
conseguidos y, sin poderlo evitar, nos sale del alma una queja dirigida al
Señor, más o menos explícita, como preguntándole cómo es que no nos ha ayudado
suficientemente, cómo es posible que no haya reparado en el trabajo que hemos
realizado. ¡He aquí nuestro pecado! Convertimos a Dios en nuestro ayudante, en
lugar de comprender que la iniciativa es siempre suya y que es suyo el esfuerzo
principal.
Isaías, en esta perspectiva
escatológica que marca las primeras semanas del Adviento, nos recuerda cuán
grande e irresistible es el poder del Santo.
En Jesucristo encontramos el
cumplimiento de estas palabras del profeta. «Venid a mí (...) y hallaréis
descanso» (Mt 11,28). En el Señor, en
su corazón amoroso, todos encontramos el descanso necesario y la fuerza para no
desfallecer y, así, poder esperarlo con una caridad renovada, mientras que
nuestra alma no cesa de bendecirlo y nuestra memoria no olvida sus favores.
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