Texto del Evangelio (Mt 11,16-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero,
con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados
en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y
no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’.
Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo
del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho,
amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».
«La Sabiduría se ha
acreditado por sus obras»
Comentario: + Rev. D. Pere GRAU i Andreu
(Les Planes, Barcelona, España)
Hoy reparamos en que muy
frecuentemente hemos de ir a entierros. Pero... pocas veces pensamos en nuestro
propio funeral. Viene a ser como una jugada del subconsciente que pospone sine
die la propia muerte.
La misma contemplación del
ritmo de la naturaleza que nos rodea nos recuerda también este hecho. Deducimos
que —en cierto modo— no estamos tan distantes de una planta, de un ser vivo...
Estamos sometidos, tanto si nos gusta como si no, a la misma ley natural de las
criaturas que nos rodean. Con la diferencia, ¡importante!, del origen de
nuestra vida, de la vida a imagen y semejanza de Dios, con proyección de
eternidad.
Todo el Adviento está informado
por esta idea. El Señor llega con gran esplendor a visitar a su pueblo, con la
paz, comunicándole la vida eterna. Es un toque de alerta: «La Sabiduría se ha
acreditado por sus obras» (Mt 11,19).
¡Tengamos una actitud receptiva ante el Señor!
«Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas» (Mc 1,3), se
nos anuncia en la dominica II de Adviento (ciclo
B). ¡Vigilad con las conductas sociales!, nos viene a decir hoy. Es como si
dijera: «No pongáis trabas a la comunicación amorosa de Dios».
Hemos de pulir nuestro
carácter. Hemos de reconstruir nuestra manera de hacer. Todo aquello que, en
definitiva, falsea nuestra responsabilidad: el orgullo, la ambición, la
venganza, la dureza de corazón, etc. Aquellas actitudes que nos hacen como dioses
del poder en el mundo, sin querer reconocer que no somos los amos del mundo.
Somos una pequeñez dentro de la extensa historia de la Humanidad.
Los discípulos de Juan
experimentaban la purificación de sus errores. Nosotros, los discípulos de
Jesús, nuestro Amigo, podemos vivir la insuperable experiencia de la
purificación de todo aquello que es pecado, con esperanza de vida eterna: ¡otra
Navidad!
Renovemos nuestro diálogo con
Él. Hagamos nuestra oración de esperanza y amor, sin hacer caso del ruido mundanal
que nos envuelve.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario