La inflamación es un mecanismo de defensa del
organismo, perfectamente normal y necesario. Sin embargo, puede convertirse en
un problema cuando se vuelve crónica, ya que esto se asocia a un mayor riesgo
de desarrollar otro tipo de afecciones, como obesidad, enfermedades cardíacas,
síndrome metabólico o diabetes. Aquí repasamos las principales características
de la inflamación y qué se puede hacer para aliviarla.
La inflamación es una parte del mecanismo de defensa
del cuerpo y cumple un importante rol en el proceso de curación. Cuando nuestro
cuerpo detecta un intruso (que puede ser cualquier cuerpo extraño, como una
espina, un agente irritante o patógeno, como virus, bacterias o parásitos),
lanza una respuesta biológica para intentar eliminarlo. Durante este proceso
los tejidos acumulan proteínas plasmáticas, lo que lleva a una acumulación de
líquido que provoca hinchazón. El cuerpo también libera neutrófilos, un tipo de
glóbulo blanco o leucocito, que se mueven hacia el área afectada. Los
leucocitos contienen moléculas que pueden ayudar a combatir los patógenos. A su
vez, los vasos sanguíneos pequeños se agrandan para permitir que los leucocitos
y las proteínas plasmáticas lleguen al sitio de la lesión con mayor facilidad. En
algunos casos, el cuerpo puede percibir que sus propias células o tejidos son
dañinos. Esta reacción puede conducir a enfermedades autoinmunes. Cabe destacar
que cuando la inflamación está presente en el cuerpo, existen niveles más altos
de sustancias conocidas como biomarcadores.
A grandes rasgos, la inflamación se divide en dos
tipos principales: aguda y crónica.
Inflamación
aguda
La inflamación aguda suele ser causada por patógenos
nocivos o lesiones en los tejidos. Se caracteriza por provocar:
·
Calor:
el aumento del flujo sanguíneo puede dejar el área afectada caliente al tacto.
·
Dolor:
puede ocurrir continuamente o solo cuando se toca el área afectada.
·
Enrojecimiento:
sucede debido a un aumento en el suministro de sangre a los capilares de la
zona.
·
Hinchazón:
se puede desarrollar una afección llamada edema si se acumula líquido.
·
Pérdida de la función: puede haber dificultad para mover una articulación o
respirar.
Quienes padecen inflamación aguda también pueden tener
fiebre, sentirse casados o enfermos. Sin embargo, estos signos no siempre están
presentes, incluso puede ocurrir un fenómeno que se conoce como ‘inflamación
silenciosa’, en el que no se presenta síntomas alguno.
Se estima que la inflamación aguda solo perdura por
unos pocos días, sin embargo, la duración de los signos, su aparición, y la
posibilidad de agravarse dependerán de la causa, parte del cuerpo afectada y
factores individuales.
Inflamación
crónica
Cuando la inflamación se mantiene durante un tiempo
prolongado (semanas o meses), se puede hablar de inflamación crónica, en la que
coexisten el daño en los tejidos y los intentos de reparación, en diversas
combinaciones. Puede producirse por:
·
Enfermedades
autoinflamatorias: es un factor genético que afecta la forma en que funciona el
sistema inmunitario.
·
Exposición a largo plazo y de
bajo nivel a un irritante: como un químico industrial.
·
Inflamación aguda persistente:
cuando una persona no se recupere por completo de la inflamación aguda.
·
Sensibilidad: la inflamación
ocurre cuando el cuerpo siente algo que no debería estar allí.
Los síntomas dependerán de la enfermedad, pero pueden
incluir dolor y fatiga. Los expertos señalan que las personas mayores, obesas,
fumadoras, con dieta poco saludable, con altos niveles de estrés, o problemas
para dormir tienen un mayor riesgo de desarrollar inflamación crónica.
Este tipo de inflamación tiene o puede tener vínculos
con distintas afecciones, como:
·
Asma.
·
Alergias.
·
Artritis y otras enfermedades
de las articulaciones.
·
Aterosclerosis.
·
Cáncer.
·
Diabetes
·
Enfermedad cardiovascular.
·
Enfermedad pulmonar
obstructiva crónica (EPOC).
·
Hepatitis.
·
Psoriasis.
·
Tuberculosis.
Tratamientos
para la inflamación
No existe un único tratamiento para la inflamación,
este dependerá de la causa y gravedad de cada caso. Incluso muchas veces no es
necesario ningún tratamiento.
Lo importante es recurrir a un médico para que realice
un diagnóstico y determine la mejor opción para aliviar la inflamación. Entre
las más comunes se encuentran:
·
Antibióticos:
para infecciones bacterianas.
·
Antimicóticos:
para infecciones fúngicas.
·
Antiinflamatorios no esteroideos (AINE): no eliminan la causa de la inflamación, pero pueden
ayudar a aliviar el dolor, hinchazón, fiebre y otros síntomas.
·
Corticosteroides:
pueden ayudar a controlar distintas afecciones, como artritis, dermatitis,
hepatitis, asma o reacciones alérgicas.
Desde la medicina tradicional se ha recurrido durante
siglos al uso de diferentes hierbas para controlar la inflamación:
·
Cúrcuma (Curcuma longa).
·
Garra del diablo (Harpagophytum procumbens).
·
Hisopo (Hyssopus officinalis).
·
Jengibre (Zingiber officinale).
Otro aspecto importante es el la alimentación. Si bien
la dieta por sí sola no controlará la inflamación, comer de forma saludable
puede ayudar a evitar que empeore. Los expertos recomiendan incluir una dieta
rica en vegetales, frutas, legumbres, frutos secos, semillas, carne magra y
pescado. A su vez, se recomienda limitar o evitar los alimentos
ultraprocesados, grasoso, fritos, y azucarados. También es importante dormir
correctamente (de ser posible en horario regulares), hacer ejercicio
frecuentemente y controlar el peso y los niveles de estrés. HD