Es Mateo (12,31-32)
quien menciona un pecado “que no será perdonado”, y aclara que es “la blasfemia
contra el Espíritu Santo”. Mucho se ha especulado sobre esto, es por eso que
vamos a analizar de qué se trata.
1. ¿EN QUÉ
CONSISTE ESTE PECADO?
El texto bíblico dice que es ‘blasfemar contra el Espíritu Santo’, ahora
bien, la blasfemia no es solamente con palabras, sino también y sobre todo con
hechos. ¿Quién blasfema? Quien no se
siente necesitado de Dios, quien no se siente pecador o se cree sin pecado,
quien se cierra al llamado de Dios a la conversión, quien endurece el corazón a
tal punto que a la persona no le interesa Dios.
Es pecado el endurecer el corazón y decirle, p.e.,
a Dios: ‘No me interesas; estoy bien sin
ti; no te necesito’. Es pecado considerar que Dios no puede
perdonar, o negar el perdón de Dios en la confesión. En conclusión, es
el pecado por el que el hombre se niega libre y conscientemente al perdón y la
misericordia de Dios.
¿Por qué es tan grave este pecado? Sencillo, porque
ante esta circunstancia, ¿qué puede hacer Dios? NADA; tan solo dejar que la
persona muera en su pecado. Allí Dios no puede actuar, Dios no tiene nada qué
hacer, no tiene nada qué perdonar, no perdona nada, no porque Él no quiera,
sino porque la persona no le deja. Como dirá Proverbios: “El que oculta sus
pecados no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta de ellos alcanzará
misericordia” (Proverbios 28, 13).
2.
¿CÓMO SE COMETE ESTE PECADO?
Existen dos maneras principales en las que se
comete este pecado:
·
Conciencia Escrupulosa: La conciencia escrupulosa es la que exagera la proporción del pecado y
su efecto en su alma, la persona que posee este tipo de conciencia se considera
incapaz e indigno de recibir la Misericordia de Dios. Se cierra a la gracia y
no se arrepiente, pues considera que todo está perdido, que será en vano todo
esfuerzo por mejorar, pues ya está condenado, mira su pecado como superior a la
Misericordia de Dios.
Es necesario distinguir entre remordimiento y
arrepentimiento: el remordimiento es el sentimiento y acusación que pone el
enemigo en el corazón, haciendo creer que el pecado es imperdonable y que Dios
no lo olvidará nunca. Esto es una calumnia al amor de Dios y una soberbia
enorme, considerar a Dios un ser despiadado y vengativo.
La persona que tiene este tipo de conciencia deja
de confesarse, deja de orar, y se obstina en el pecado. Vive con tristeza y
desesperanza. Si reuniéramos todos los pecados del pasado, del presente y del
futuro son una gota en comparación del mar de la Misericordia de Dios.
Solución: Reconoce la Misericordia de Dios en tu vida, el
Señor te ama y perdona tus pecados si tú te arrepientes de corazón. No hay
pecado que Dios no perdone. Isaías 43,
25: “Soy yo quien tenía que borrar tus faltas y no acordarme más de tus
pecados” y Romanos 5, 20.
·
Conciencia Laxa: Es el otro extremo, es considerar que la Misericordia de Dios es tan
grande, que no necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados ni de la
conversión, pues Dios es un alcahuete que perdonará sin arrepentimiento.
“La persona laxa tiene como lema errar es humano; vive convencida de que es
demasiado débil para resistirse al pecado, y tiende a quitarle toda
importancia”. Es necesario recordar que Dios es Amor, pero también es
justicia y es imposible que su Misericordia
nos abrace si no la buscamos. En la persona con conciencia
Laxa no existe dolor por haber ofendido a Dios, y se aprovecha del argumento de
que Dios sabe y conoce la debilidad humana.
El Laxo de conciencia no busca la confesión, se
obstina en su pecado y vive un Cristianismo mediocre. En este grupo de personas
están los que creen que son buenos porque no se meten con nadie, que tienen
pocos pecados o que se confiesan únicamente con Dios sin necesidad de un
Sacerdote. El Espíritu Santo se ve rechazado y anulado por esta autosuficiencia
y abuso de la Misericordia de Dios. O también está el que juega con el
Sacramento, diciendo peco sin problema porque mañana me confieso.
Solución: Reconocer y arrepentirse de corazón por los pecados, hacer un buen
examen de conciencia, confesarse Sacramentalmente, tener propósito de enmienda
y de no volver a caer en el pecado. Y hacerlo cada vez que pequemos.
Permitiendo que el Espíritu Santo entre y obre en el corazón.
3. CONCLUSIÓN
Es necesario que comprendamos que el pecado contra
el Espíritu Santo no puede ser perdonado porque el Pecador no se arrepiente, no
porque Dios no lo quiera perdonar. Por eso ábrete a la acción de la gracia del
Espíritu Santo, lucha por tu conversión y confía en su Misericordia que es infinita
y eterna.
LCB
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