Se encaminó hacia Roma, en peregrinación penitencial por su caída y pensando ingresar como religioso. Pero una vez allí, entendió que la voluntad de Dios la cumpliría mejor volviendo a la misión, lo que realizó el 16 de junio de 1586. Poco tiempo pudo, sin embargo trabajar, ya que a los seis meses fue traicionado por su propio hermano, en cuya casa de Wath se había escondido. Fue confinado en la prisión del castillo de York, juzgado, y condenado por ser sacerdote. El 23 de marzo de 1587, acorde con lo habitual, fue colgado, arrastrado y descuartizado en York.
Dos anécdotas nos han llegado de su estancia en prisión, de boca de otros prisioneros: una es que una vez se oían ruidos en su celda, como si discutiera con alguien; otro prisionero le preguntó con quién había estado discutiendo, y él le contestó con tranquilidad que se trataba del diablo, que quería inducirlo a la apostasía. La otra es que era un sacerdote muy devoto y utilizaba frecuentemente cilicios, incluso en prisión, pero unos días antes de ser ejecutado le declaró a otro sacerdote que no le parecía bien castigar más su cuerpo, ahora que iba a ser glorificado.
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