Uno
de los mayores riesgos del cristianismo actual es ir pasando poco a poco de la
«religión de la cruz» a una «religión del bienestar Hace unos años tomé nota de
unas palabras de Reinhold Niebuhr, que me hicieron pensar mucho. Hablaba el
teólogo norteamericano del peligro de una «religión sin aguijón» que terminara
predicando «un Dios sin cólera que conduce a unos hombres sin pecado hacia un
reino sin juicio por medio de un Cristo sin cruz». El peligro es real y hemos
de evitarlo.
Insistir
en el amor incondicional de un Dios Amigo no ha de significar nunca fabricarnos
un Dios a nuestra conveniencia, el Dios permisivo que legitime una «religión
burguesa» (Johann Baptist Metz). Ser cristiano no es buscar el Dios que me
conviene y me dice «sí» a todo, sino encontrarme con el Dios que, precisamente
por ser Amigo, despierta mi responsabilidad y, por eso mismo, más de una vez me
hace sufrir, gritar y callar.
Descubrir
el evangelio como fuente de vida y estímulo de crecimiento sano no significa
vivir «inmunizado» frente al sufrimiento. El evangelio no es un tranquilizante
para una vida organizada al servicio de nuestros fantasmas de placer y
bienestar. Cristo hace gozar y hace sufrir, consuela e inquieta, apoya y
contradice. Solo así es camino, verdad y vida.
Creer
en un Dios Salvador que, ya desde ahora y sin esperar al más allá, busca
liberarnos de lo que nos hace daño no ha de llevarnos a entender la fe
cristiana como una religión de uso privado al servicio exclusivo de nuestros
problemas y sufrimientos. El Dios de Jesucristo nos pone siempre mirando al que
sufre. El evangelio no centra a la persona en su propio sufrimiento, sino en el
de los otros. Solo así se vive la fe como experiencia de salvación.
En
la fe como en el amor todo suele andar muy mezclado: la entrega confiada y el
deseo de posesión, la generosidad y el egoísmo. Por eso no hemos de borrar del
evangelio esas palabras de Jesús que, por duras que parezcan, nos ponen ante la
verdad de nuestra fe: «El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El
que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí la
encontrará». JAP
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