Se
puede decir que la sociedad moderna ha llegado a la convicción práctica de que,
para darle a la vida su verdadero sentido y su contenido más pleno, lo único
importante es sacarle el máximo rendimiento por medio del esfuerzo y la
actividad.
Por
eso se nos hace tan extraña y embarazosa esa pequeña parábola, recogida por el
evangelista Marcos, en la que Jesús compara el «reino de Dios» con una semilla
que crece por sí sola, sin que el labrador le proporcione la fuerza para
germinar y crecer. Sin duda es importante el trabajo de siembra que realiza el
labrador, pero en la semilla hay algo que no ha puesto él: una fuerza vital que
no se debe a su esfuerzo.
Experimentar
la vida como regalo es probablemente una de las cosas que nos puede hacer vivir
a los hombres y mujeres de hoy de manera nueva, más atentos no solo a lo que
conseguimos con nuestro trabajo, sino también a lo que vamos recibiendo de
manera gratuita.
Aunque
tal vez no lo percibimos así, nuestra mayor «desgracia» es vivir solo de
nuestro esfuerzo, sin dejarnos agraciar y bendecir por Dios, y sin disfrutar de
lo que se nos va regalando constantemente. Pasar por la vida sin dejarnos
sorprender por la «novedad» de cada día.
Todos
necesitamos hoy aprender a vivir de manera más abierta y acogedora, en actitud
más contemplativa y agradecida. Alguien ha dicho que hay problemas que no se
«resuelven» a base de esfuerzo, sino que se «disuelven» cuando sabemos acoger
la gracia de Dios en nosotros. Se nos olvida que, en definitiva, como decía
Georges Bernanos, «todo es gracia», porque todo, absolutamente todo, está
sostenido y penetrado por el misterio de ese Dios que es gracia, perdón y
acogida para todas sus criaturas. Así nos lo revela Jesús. JAP
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