Una
investigación realizada en Francia descubrió un incremento en el riesgo de
cáncer asociado al consumo de edulcorantes artificiales, poniendo en duda su seguridad.
A
fines de 2023, la industria de los refrescos enfrentó una nueva controversia
cuando una filtración de medios sugirió que la OMS tenía planes de clasificar
el aspartamo como posiblemente cancerígeno. Este edulcorante artificial,
utilizado en productos como bebidas dietéticas y algunos artículos comunes como
la pasta de dientes, ha sido objeto de debate sobre sus posibles riesgos para
la salud.
En
respuesta a la filtración de información, el Consejo Internacional de
Asociaciones de Bebidas emitió un comunicado. La directora ejecutiva del grupo,
Kate Loatman, afirmó: “Las autoridades de salud pública deberían estar
profundamente preocupadas de que esta opinión filtrada contradiga décadas de
evidencia científica de alta calidad y pueda engañar innecesariamente a los
consumidores”. Esta declaración pretendía adelantarse al informe próximo de la
Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC).
Unas
semanas después, la IARC confirmó su evaluación sobre el aspartamo,
clasificándolo como ‘posiblemente cancerígeno para los humanos’. El anuncio
generó un gran revuelo en la prensa y contó con el apoyo de algunos grupos de
interés público, pero no provocó el impacto absoluto que temían los productores
de alimentos y bebidas. Esta clasificación resalta la necesidad de más
investigaciones para comprender mejor el vínculo entre el aspartamo y el
cáncer.
El
edulcorante ha sido examinado ampliamente desde que fue descubierto
accidentalmente en 1965. El químico James M. Schlatter encontró el aspartamo mientras
investigaba medicamentos contra la úlcera. “Lamí mi dedo, y sabía bien”,
comentó, según un relato de 1982 del Washington Post. Similar a otros
edulcorantes como la sacarina y la sucralosa, el aspartamo ha sido rápidamente
adoptado por los fabricantes de alimentos como una alternativa más barata al
azúcar.
Aunque
los orígenes de estos edulcorantes fueron accidentales, su desarrollo y
comercialización han sido estrategias deliberadas. “La invención, mercadeo,
consumo e incluso el anti consumo de ciclamatos, sacarina, aspartamo y sucralosa
han sido muy intencionales”, escribió la historiadora cultural Carolyn Thomas
en su libro Empty Pleasures: The Story of Artificial Sweeteners from Saccharin
to Splenda.
A
pesar de su extensa historia, el debate sobre los efectos de los edulcorantes
artificiales en la salud no ha sido resuelto. La FDA, que regula los aditivos
alimentarios, aprobó el aspartamo inicialmente en 1974 como edulcorante de
mesa, en 1983 para su uso en refrescos y en 1996 para uso general. A lo largo
de los años, nuevas investigaciones, como las del Instituto Ramazzini en
Italia, han generado controversia debido a sus hallazgos sobre mayores niveles
de tumores malignos en ratas que consumieron aspartamo durante toda su vida.
Thomas
Galligan, principal científico del Center for Science in the Public Interest,
un grupo defensor de la salud del consumidor, comentó que entre los
edulcorantes, el aspartamo es el que más preocupa. “Creemos que está bastante
vinculado al cáncer”, afirmó. La IARC clasifica las sustancias en cuatro grupos
según la evidencia disponible: carcinógeno, probablemente carcinógeno,
posiblemente carcinógeno y no clasificable como carcinógeno.
El
estudio de 2022 realizado en Francia con más de 100.000 participantes encontró
un aumento del 15% en el riesgo de cáncer asociado al aspartamo. Sin embargo,
los investigadores no pudieron demostrar causalidad directa. Las limitaciones
en la investigación, como la dependencia en los reportes de consumo auto
declarados, añaden complejidad a estos estudios. “Para realizar un estudio
verdaderamente riguroso sobre el riesgo de cáncer y los edulcorantes
artificiales se necesitaría un control meticuloso del consumo de edulcorantes
entre grandes grupos de humanos durante al menos una década”, explicó Eva
Schernhammer, profesora adjunta de epidemiología en la Harvard School of Public
Health.
Después
de la publicación de la clasificación de la IARC, numerosos grupos y la misma
FDA expresaron su desacuerdo, argumentando que la medida podría generar confusión
entre los consumidores. “La FDA establece su ingesta diaria aceptable de
aspartamo en no más de 50 mg por kilogramo de peso corporal”, señalado por la
FDA. Por su parte, la OMS recomienda una ingesta diaria de hasta 40 mg por
kilogramo de peso corporal.
La
limitación de consumo del aspartamo es probablemente segura, pero Schernhammer
añade, “el agua es indiscutiblemente una opción más saludable en comparación
con los refrescos y refrescos dietéticos endulzados con aspartamo”. La demanda
de estos productos no se reducirá en el corto plazo, ya que se proyecta que los
ingresos globales por edulcorantes artificiales aumentarán un 43% para 2028,
alcanzando los 33.800 millones de dólares.
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