Al
sumar las diferentes secuencias evangélicas que narran las escenas de las
apariciones de Cristo resucitado
a los suyos, nos sorprendemos al ver cómo quedan afectados todos los sentidos corporales. Con ello interpreto con
que es una forma de demostrar la realidad histórica de la resurrección de
Jesucristo.
Las
mujeres, “acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron” (Mt 28, 9). “María Magdalena fue y dijo
a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras” (Jn 20, 18). “Los discípulos se
alegraron de ver al Señor” (Jn 20, 20). “Ellos
le ofrecieron parte de un pez asado” (Lc
24, 42). “Levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén (...) Ellos,
por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido
en la fracción del pan” (Lc 24, 33-35).
Santa
Teresa de Jesús, en las descripciones de sus experiencias místicas, apela
igualmente a los sentidos corporales para decir de lo que ella veía y sentía,
aunque fueran fenómenos interiores. “Mas sé de esta
persona que muchos años, aunque no era muy perfecta, cuando comulgaba, ni más
ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor,
procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en
su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era
posible, y entrábase con El. Procuraba recoger los sentidos para que todos
entendiesen tan gran bien, digo, no embarazasen al alma para
conocerle. Considerábase a sus pies y lloraba con la Magdalena, ni más ni
menos que si con los ojos corporales le viera en casa del fariseo. Y aunque no
sintiese devoción, la fe la decía que estaba bien allí” (Camino de Perfección 34, 7).
En
cada uno de los gestos observamos una profunda
significación, que no se reduce a lo estrictamente material.
Abrazar los pies, contar
lo que han visto y oído, ponerse el vestido, postrarse, son acciones que tienen un sentido teologal, de
relación enamorada y de testigos autentificados,
porque no se inventa lo que se puede contrastar al menos por dos fuentes,
cuánto más si en los relatos se ponen por testigos los ojos, las manos, los
oídos, los labios, el gusto, el cuerpo entero. Ellos, después de postrarse ante
él, se volvieron a Jerusalén con gran gozo, (Lc
24, 52). “Se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar” (Jn 21, 7).
La
actitud de adoración,
el reconocimiento del Señor, la alegría interior que experimentan los
discípulos son referencias de las actitudes de los testigos, e invitación
actual para quienes deseamos celebrar la Pascua.
Sin embargo, siempre tendremos el riesgo de mirar hacia atrás, como le sucedió
a Simón Pedro. “Pedro se vuelve y
ve siguiéndoles detrás, al discípulo a quién Jesús amaba, que además durante la
cena se había recostado en su pecho y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que
te va a entregar?»” (Jn
21, 20).
Finalmente,
cuando la experiencia entusiasma, se convierte en revulsivo que impulsa a
anunciarla. “Ellos salieron a
predicar por todas partes” (Mc
16, 20). AMdeB
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