Reza
un proverbio chino que la exactitud de las pesas depende del pesador. Del mismo
modo podemos decir que la precisión de las decisiones depende de quién las
decide.
Es
imposible afirmar que todas las determinaciones que tomamos son acertadas. De
hecho, el error es algo común en nuestras vidas: tomar un camino equivocado,
elegir una película mala, ir a un restaurante pésimo, ofender sin querer a un
amigo, dejar pasar la oportunidad de un buen negocio… en fin, las ocasiones en
que nos equivocamos son innumerables.
Pero
aunque el error sea algo que nunca vamos a vencer del todo, es un hecho que hay
personas a las que casi todo lo que eligen les sale bien. Y es que poseen una
virtud que sirve para reducir al mínimo el riesgo de equivocarse al tomar
opciones: la prudencia.
En qué consiste
Un
entrenador de fútbol puede organizar a su equipo en modos muy diversos. Sin
embargo, si necesita un consejo para la alineación, lo más normal es que no lo
busque en un miembro de la porra sino en el capitán. Y es que es de suponer que
la experiencia como deportista, el conocimiento del equipo y de las condiciones
del juego, le dan una mejor visión organizativa al capitán que a un fan, por
más enfervorizado que sea.
Del
mismo modo, en la vida diaria se te presentan situaciones a las que puedes dar
soluciones diametralmente opuestas. A veces, estas opciones pueden determinar
el resto de tu vida. Por ello debes estar preparado para tomarlas del modo
correcto. Esto se logra haciéndole caso a la prudencia, y no al acelere y a la
imprevisión.
Las
personas podemos decidir sobre lo que hacemos gracias a nuestra razón. Pero la
razón sirve tanto para estudiar matemáticas, biología, etc., como para decidir
cómo debo actuar. Por ello, cuando se aplica al estudio se le puede llamar
académica; y cuando a las decisiones, práctica.
La
prueba de esta distinción es que hay personas inteligentísimas, con las mejores
calificaciones, pero que no saben tomar decisiones adecuadas. Y gente con un
coeficiente intelectual bajo, pero con grandes éxitos empresariales.
La
prudencia, pues, es la virtud que ayuda a nuestra razón práctica a escoger con
acierto lo que nos conviene hacer. De ahí que sea tan importante.
Pero, ¿y cómo?
Para
conquistar la prudencia basta con que en cada elección apliques los siguientes
pasos:
1.
Detente un rato: antes de decidir, piensa qué es lo que
más te conviene. Si es necesario, haz una lista de pros y contras, o busca
consejo con alguien preparado y de confianza.
2.
Emite un juicio: cuando tengas bajo tu vista todas las
opciones, determina cuál es la mejor. Al hacerlo, no pienses sólo en lo que más
te agrada, sino en lo que más te ayuda a realizarte integralmente.
3.
Elige y lánzate: La elección es la determinación firme
de conseguir un fin. Por ello, una vez elegido algo, lánzate a su conquista
llevándolo a buen término. AG
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