Vicente Pallotti, Santo
Presbítero y
Fundador, 22 de Enero
Martirologio Romano: En
Roma, san Vicente Pallotti, presbítero, fundador de la Sociedad del Apostolado
Católico, que con sus escritos y actividades fomentó la vocación de todos los
bautizados en Cristo para trabajar a favor de la Iglesia (1850).
Fecha de beatificación: 22 de enero de 1950 por el Papa Pío XII.
Fecha de canonización: 20 de enero de 1963 por el Papa Juan XXIII.
Como lo declaró Pío XI, quien llamó a san Vicente Pallotti “prefundador” de la Acción Católica, éste se adelantó un siglo a su época en materia de ideas de apostolado. En un mundo que consideraba toda forma de apostolado activo como propia y exclusiva del clero, san Vicente concibió un triple programa: La participación de todos los católicos en el apostolado entre los paganos; la participación de todos los católicos en el trabajo de confirmación y profundización de la fe entre los que ya la poseían; la participación de todos los católicos en las obras de misericordia, así espirituales como temporales. La contribución de san Vicente a la realización de este programa consistió, ante todo, en su propia vida. En segundo lugar, en la difusión de sus ideas y aspiraciones. Finalmente, en la fundación de una congregación de sacerdotes y hermanos legos que vivían en comunidad sin hacer votos, ayudados por un instituto femenino y por los clérigos y laicos afiliados a la fundación. San Vicente llamó a esta organización la “Sociedad del Apostolado Católico”.
Vicente Pallotti había
nacido en Roma, en 1795. Su padre era un tendero acomodado. La vocación de
Vicente al sacerdocio se manifestó desde muy temprana edad. Sus comienzos en la
escuela fueron poco brillantes. Su maestro, el padre Ferrari, decía: “Vicente
es un santo en miniatura, pero tiene una cabeza de burro”. Sin embargo, el
talento de Vicente se desarrolló con el tiempo, y fue ordenado sacerdote,
cuando sólo tenía veintitrés años. Poco después, obtuvo el diploma de doctor en
teología, y fue nombrado profesor auxiliar en la Sapienza. La amistad de
Vicente con san Gaspar del Búfalo no hizo sino aumentar su celo apostólico, y
el santo renunció pronto a la cátedra para consagrarse al trabajo pastoral
activo.
La fama de Vicente como
confesor se extendió pronto. El santo desempeñó este oficio en algunos de los
colegios de Roma, entre los que se contaban al escocés, el irlandés y el
inglés, donde se hizo gran amigo del rector, Nicolás Wiseman. Pero no todos apreciaban
igualmente al sacerdote. Cuando fue nombrado para ocupar un puesto en la
iglesia napolitana de Roma, encontró una increíble oposición por parte del
clero. Lo más sorprendente es que tal oposición se prolongó diez años, antes de
que las autoridades competentes cayesen en la cuenta y pusiesen fin al
escándalo. El más implacable de los enemigos de Vicente, el primer vicario de
dicha iglesia, vivió lo suficiente para dar testimonio en su favor durante su
proceso de beatificación. “El P. Pallotti no dio jamás el menor motivo que le
mereciese el mal trato que recibió -declaró el vicario-; a mí me dio siempre
las mayores muestras de respeto; se descubría la cabeza siempre que me hablaba,
y en varias ocasiones intentó besarme la mano”.
San Vicente inauguró su trabajo
por la conversión y la justicia social con un grupo de clérigos y laicos. Este
fue el núcleo, a partir del cual, la Sociedad del Apostolado Católico tomó
forma definitiva en 1835. El fundador escribía a un joven profesor: “Ud. no
está hecho para el silencio y las austeridades de los trapenses y los
ermitaños. Santifíquese en el mundo, en su vida social, en su trabajo, en su
descanso, en sus deberes de profesor y en sus contactos con los publicanos y
pecadores. La santidad consiste simplemente en hacer siempre y en todas partes
la voluntad de Dios”. San Vicente organizó escuelas para los zapateros, los
sastres, los empleados de transportes, los ebanistas y los vendedores de
legumbres, a fin de completar su educación y desarrollar en ellos el orgullo por
su trabajo. Igualmente, estableció cursos nocturnos para los trabajadores
jóvenes, y un instituto para mejorar los métodos de los agricultores. Todo ello
no le hizo perder de vista el aspecto más profundo de su misión. En 1836,
inauguró la práctica de celebrar la misa de cada día de la octava de la
Epifanía, según un rito diferente, para orar especialmente por la reunión de
los orientales disidentes con Roma. La práctica se estableció en 1847, en la
iglesia de Sant´ Andrea delle Valle, y desde entonces, ha continuado hasta
nuestros días.
Se ha dicho con razón
que Roma tuvo un segundo san Felipe Neri en san Vicente Pallotti. ¡Cuántas
veces volvió el santo a casa medio desnudo, después de haber regalado sus
vestidos! ¡Cuántos pecadores fueron reconciliados por él! En cierta ocasión, el
santo se disfrazó de mujer para ir a visitar a un enfermo que había prometido
matar al primer sacerdote que se le acercase. Su fama de exorcista era muy
grande. Poseía el don de leer en los corazones y de predecir el futuro, y
curaba a los enfermos con la bendición o con unas palabras de aliento. Según
dijo Pío XI, san Vicente Pallotti previó todo lo que se refiere a la Acción
Católica, sin excluir el nombre. Y el cardenal Pellegrinetti añadió: “Hizo todo
lo que pudo y aun mucho de lo que no podía”.
San Vicente murió a los
cincuenta y cinco años de edad, el 22 de enero de 1850.
Tal vez atrapó un
resfriado que se convirtió en pleuresía, por haber regalado su abrigo antes de
una larga sesión en un frío confesionario. Cuando le llevaron el viático, el
santo tendió los brazos y murmuró: “Jesús, bendice a la congregación con una
bendición de bondad, con una bendición de sabiduría...” Las fuerzas le faltaron
para concluir: “... con una bendición de poder”.
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