El número de personas que
padecen obesidad ha aumentado drásticamente en las últimas décadas y,
lamentablemente, nuestra comprensión de este problema de salud es a menudo
escasa y no hace más que aumentar el estigma y el riesgo de que la llamada
epidemia de obesidad se extienda aún más. De hecho, hay una serie de mitos
generalizados en torno a la obesidad que no son ciertos y que la ciencia ha
desmentido hace tiempo. Por ejemplo, el hecho de que la obesidad sea
hereditaria no significa que estés destinado a padecerla es un completo mito,
al igual que la creencia de que el número de kilos que se pierden es la mejor
medida del éxito.
1. Comer menos y hacer
ejercicio es suficiente para combatir la obesidad
Si bien es cierto que muchas
personas desarrollan obesidad como resultado de comer demasiadas calorías y no
moverse lo suficiente, también hay muchos otros factores que pueden hacer que
una persona desarrolle obesidad. Por ejemplo, cosas como la falta de sueño, el
dolor crónico, los problemas hormonales, algunos medicamentos e incluso el
estrés pueden hacer que se gane peso en exceso. En la mayoría de los casos, la
obesidad es una combinación de varios factores diferentes que pueden
interactuar y multiplicarse entre sí. Por ejemplo, el estrés crónico y los problemas
psicológicos pueden hacer que las personas sean más propensas a comer en
exceso, lo que puede agravar el problema. Por lo tanto, aunque controlar la
ingesta de calorías y aumentar los niveles de actividad es sin duda parte del
tratamiento de la obesidad, a menudo no es suficiente por sí solo.
2. El número de kilos perdidos
es la mejor prueba del éxito
En la mente de muchas
personas, la lucha contra la obesidad se reduce a la pérdida de peso y al
número de kilos que se pierden. Sin embargo, este tipo de enfoque excesivo en
la pérdida de peso y su progreso en la escala no sólo es psicológicamente
insalubre, sino que tampoco es particularmente útil. Por un lado, centrarse en
el número de kilos que se pierde puede hacer que uno se obsesione con la báscula,
lo que se ha demostrado científicamente que aumenta el riesgo de sufrir estrés
y trastornos alimentarios. Por otro lado, la pérdida de peso no es una buena
medida de la salud. Por lo tanto, la mejor estrategia para las personas que
sufren de obesidad pensando en el éxito a largo plazo es centrarse en la
nutrición saludable, el ejercicio y otras recomendaciones que le den los
médicos y los expertos en nutrición. Con el tiempo, el médico debería observar
mejoras en los análisis de sangre y en la presión arterial, y lo más probable
es que usted sienta cambios en su salud mental, en la calidad del sueño y en la
actividad física. Como afirman los CDC, “la pérdida de peso del 5-10% de su
peso corporal total probablemente produzca beneficios para la salud, como
mejoras en la presión arterial, el colesterol en sangre y los niveles de azúcar
en sangre”. Y esos efectos positivos para la salud son la mejor señal posible
de que estás en el camino correcto.
3. La obesidad no afecta
realmente a tu salud
Es cierto que la obesidad por
sí sola no causa diabetes ni problemas cardiovasculares, pero esto no significa
que la obesidad tampoco influya en la salud. Por ejemplo, es un hecho conocido
y bien investigado que la obesidad multiplica el riesgo de desarrollar afecciones
graves, como la hipertensión y las enfermedades cardiovasculares, los
accidentes cerebrovasculares, las enfermedades de la vesícula biliar, la
diabetes, la artritis, los problemas de salud mental y la apnea del sueño.
Además, los CDC informan de que la obesidad tiene una correlación directa con
el aumento de las tasas de mortalidad. Por lo tanto, el tratamiento de la
obesidad es extremadamente importante para mantener su salud a largo plazo y
abordar los problemas de salud ya existentes.
4. La obesidad es
estrictamente genética
Muchas personas piensan que
están destinadas a desarrollar obesidad en algún momento de su vida si sus
familiares la tienen. Pero la obesidad no es lo mismo que el tipo de cuerpo y
está más estrechamente relacionada con la cantidad de exceso de grasa corporal,
sobre todo visceral, que con la forma del cuerpo. Dicho esto, existe un
componente genético en la obesidad, y los investigadores han intentado contar
el número de genes que influyen en el riesgo de obesidad. Los estudios han logrado
identificar más de 50 genes relacionados con la obesidad, pero la mayoría de
estos genes tienen un efecto muy pequeño. La variante genética específica que
más se asocia a la obesidad es la variante FTO, que se ha demostrado que
aumenta en 1,23 veces las probabilidades de desarrollar la enfermedad. En la
investigación participaron 218 mil adultos, y uno de los hallazgos más
interesantes fue que las personas que tenían esta variante genética pero eran
físicamente activas tenían un 27% menos de posibilidades de padecer obesidad.
Los estudios de gemelos que comparan a los que se han criado por separado con
los que se han criado juntos también confirman que las similitudes genéticas
tienen poca o ninguna influencia en comparación con el entorno.
5. Hacer que las frutas y
verduras sean más asequibles solucionará la obesidad mundial
Desde hace tiempo se ha
observado que la obesidad está cada vez más extendida en las zonas donde
escasean los productos frescos como la fruta y la verdura. Por ello, algunas personas
empezaron a pensar que para frenar la obesidad en estas zonas basta con poner a
disposición de los ciudadanos alimentos frescos de origen vegetal. Pero, por
desgracia, los intentos de hacer que estos alimentos estén disponibles y sean
más baratos en los llamados ‘desiertos alimentarios’ han demostrado que estos
intentos no son tan eficaces por sí solos, después de todo. Por el contrario,
las investigaciones confirman que la puesta a disposición de frutas y verduras,
junto con la promoción de hábitos alimentarios saludables en las familias y la
educación generalizada sobre una nutrición sana, es la única manera de reducir
la propagación de la obesidad de forma coherente y eficaz. En cualquier caso,
deberíamos dejar de pensar en la obesidad como una cuestión de vagos o pobres,
ya que parece ser un problema sistémico y complejo que va más allá de las
elecciones personales. SF
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