En tiempos de crisis es grande la tentación de
buscar seguridad, volver a posiciones fáciles y llamar de nuevo a las puertas
de una religión que nos «proteja» de tanto problema y conflicto.
Hemos de revisar nuestro cristianismo para ver si
en la Iglesia actual vivimos motivados por la pasión de seguir a Jesús o
andamos buscando «seguridad religiosa». Según el conocido teólogo alemán Johann
Baptist Metz, este es el desafío más grave al que nos enfrentamos los
cristianos en Europa: decidirnos entre una «religión burguesa» o un «cristianismo
de seguimiento».
Seguir a Jesús no significa huir hacia un pasado
ya muerto, sino tratar de vivir hoy con el espíritu que le animó a él. Como ha
dicho alguien con ingenio, se trata de vivir hoy «con el aire de Jesús» y no
«al viento que más sopla».
Este seguimiento no consiste en buscar novedades
ni en promover grupos de selectos, sino en hacer de Jesús el eje único de
nuestras comunidades, poniéndonos decididamente al servicio de lo que él
llamaba reino de Dios.
Por eso, seguir a Jesús implica casi siempre
caminar «a contracorriente», en actitud de rebeldía frente a costumbres, modas
o corrientes de opinión que no concuerdan con el espíritu del Evangelio.
Y esto exige no solo no dejarnos domesticar por
una sociedad superficial y consumista, sino incluso contradecir a los propios
amigos y familiares cuando nos invitan a seguir caminos contrarios al
Evangelio.
Por eso, seguir a Jesús exige estar dispuestos a
la conflictividad y a la cruz. Estar dispuestos a compartir su suerte. Aceptar
el riesgo de una vida crucificada como la suya, sabiendo que nos espera
resurrección. ¿No seremos capaces de escuchar hoy la llamada siempre viva de
Jesús a seguirlo? JAP
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