Texto del Evangelio (Mc 3,1-6): En aquel tiempo, entró Jesús de nuevo en la
sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano paralizada. Estaban al
acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle. Dice al hombre que
tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice: «¿Es lícito en sábado
hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?». Pero
ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su
corazón, dice al hombre: «Extiende la mano». Él la extendió y quedó
restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los
herodianos contra Él para ver cómo eliminarle.
«¿Es lícito en sábado
hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?»
Comentario: Rev. D. Joaquim MESEGUER
García (Rubí, Barcelona, España)
Hoy, Jesús nos enseña que hay
que obrar el bien en todo tiempo: no hay un tiempo para hacer el bien y otro
para descuidar el amor a los demás. El amor que nos viene de Dios nos conduce a
la Ley suprema, que nos dejó Jesús en el mandamiento nuevo: «Amaos unos a otros
como yo mismo os he amado» (Jn 13,34).
Jesús no deroga ni critica la Ley de Moisés, ya que Él mismo cumple sus
preceptos y acude a la sinagoga el sábado; lo que Jesús critica es la
interpretación estrecha de la Ley que han hecho los maestros y los fariseos,
una interpretación que deja poco lugar a la misericordia.
Jesucristo ha venido a
proclamar el Evangelio de la salvación, pero sus adversarios, lejos de dejarse
convencer, buscan pretextos contra Él: «Había allí un hombre que tenía la mano
paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle»
(Mc 3,1-2). Al mismo tiempo que
podemos ver la acción de la gracia, constatamos la dureza del corazón de unos
hombres orgullosos que creen tener la verdad de su parte. ¿Experimentaron
alegría los fariseos al ver aquel pobre hombre con la salud restablecida? No,
todo lo contrario, se obcecaron todavía más, hasta el punto de ir a hacer
tratos con los herodianos —sus enemigos naturales— para mirar de perder a Jesús,
¡curiosa alianza!
Con su acción, Jesús libera
también el sábado de las cadenas con las cuales lo habían atado los maestros de
la Ley y los fariseos, y le restituye su sentido verdadero: día de comunión
entre Dios y el hombre, día de liberación de la esclavitud, día de la salvación
de las fuerzas del mal. Nos dice san Agustín: «Quien tiene la conciencia en
paz, está tranquilo, y esta misma tranquilidad es el sábado del corazón». En
Jesucristo, el sábado se abre ya al don del domingo.
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