Conexión
inseparable
‘La
audacia de una Encíclica sobre la sexualidad y la procreación’ reza el título
de la conferencia, y para el cardenal Ladaria la audacia de lo que escribió
Pablo VI ‘es mucho más profunda’ que haber resistido ‘a las presiones’ que
exigían ‘aprobar el uso de anticonceptivos hormonales en las relaciones
sexuales dentro del matrimonio católico’. La valentía de la Humanae Vitae, dijo
el cardenal, es de ‘carácter antropológico’ porque ha mostrado la vocación divina
de la sexualidad, es decir, ‘la conexión inseparable que Dios ha querido’ entre
‘los dos significados del acto conyugal: el significado unitivo y el
significado procreativo’.
Ya
no es un don sino un producto
Por
el contrario, continuó el Prefecto vaticano, la moral anticonceptiva que se ha
afirmado en contraste con la Encíclica opone la naturaleza, el cuerpo mismo, a
un concepto de libertad que pretende cambiar las ‘condiciones de vida del amor
conyugal’. Según este punto de vista, argumentó el cardenal Ladaria, lo que
importa es una ‘unión afectiva’ y en el acto sexual no importa que responda ‘a
un sentido preexistente, natural o establecido por Dios, sino simplemente que
sea un acto libre’. En este sentido, dijo, el cuerpo ‘reducido a pura
materialidad’ ha abierto con el tiempo el camino a una serie de derivas, en
particular ‘una disminución alarmante de los nacimientos y una multiplicación
del número de abortos’. El control de la natalidad mediante el uso de
anticonceptivos ‘ha evolucionado’, estigmatizó, ‘hacia la manipulación
artificial de la transmisión de la vida mediante técnicas de reproducción
asistida’. Primero se aceptó la sexualidad sin hijos, luego se aceptó producir
hijos sin el acto sexual. La vida producida ya no se considera, en sí misma,
como un ‘don’, sino como un ‘producto’ y se valora en términos de utilidad.
Libertad
y naturaleza son unidad, no contraste
Una
manipulación constante, continuó el Cardenal, que se encuentra tanto en la
ideología de género -en la que no es el cuerpo lo que identifica a una persona
sino su orientación- como en el ‘transhumanismo’, en el que la persona
‘reducida a su mente’ puede transferir su esencia ‘a otro cuerpo humano, a un
cuerpo animal, a un cyborg, a un simple archivo de memoria’. Y de esta
antropología, insistió el cardenal Ladaria, ‘el cyborg aparece como su plena
realización’, ya que acepta la ‘construcción del cuerpo y del sexo a través de
la biotecnología’, un mundo -en extrema síntesis- ‘sin maternidad’ y por tanto
‘posthumano’. En cambio, la Encíclica Humanae vitae, concluyó el responsable
del dicasterio, sigue siendo ‘todavía válida’, incluso profética, porque al rechazar
los que se plantean como ‘verdaderos antihumanismos’ propone ‘una antropología
capaz de unir la libertad con la naturaleza’. ADeC
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