sábado, 27 de abril de 2024

Nuevo contexto, nuevo paradigma…

La vida es una llamada algo más alto, tenemos ‘sed de eternidades’, salir de las dimensiones rastreras que tienen las gallinas, y adquirir una altura, una dimensión más alta como el águila, que nos anima a mirar al sol de hito en hito, y como decía el místico “volé tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance”, podemos alcanzar lo que anhelamos. Observamos además que cuando rehusamos abrirnos a esta información más amplia, no solo no somos capaces de percibir más que lo que nuestros esquemas mentales nos permiten conocer, sino también que lo percibido cada día no hace más que reafirmar el contenido de nuestro filtro mental: el que solo tiene ojos para la codicia, cada día es más esclavo de ella, como bien puso de relieve Tolkien en El señor de los Anillos. Si estamos en la oscuridad, como decía Platón en el mito de la caverna, y estamos atados a unas cadenas al fondo de la cueva, pensamos que todo lo que vemos es la única realidad,  y que no hay otra, y que no existe la luz ni el sol. En este caso, nuestra experiencia de vida no puede ‘probarnos’ que nuestra percepción es errónea o estrecha.
Nadie puede pensar fuera de su contexto de referencia, salvo algunos genios que han podido intuir fuera del contexto (Galileo, Einstein, Tesla…). La física cuántica y la teoría de la relatividad han puesto de relieve el valor de lo que no se ve, basta pensar que la física del átomo supone un 5% apenas de lo que hay en el universo, el resto de la inmensidad de lo que hay es materia oscura y más del 50% es energía oscura, que ni siquiera sabemos si forma parte de nuestras dimensiones de la realidad (no sabemos cómo ocupa espacio algo que no es materia). Detrás de la materia que se ve hay algo que no es material, que pueden ser otras dimensiones. Ya se habla de que todo es energía + información. Además no entendemos cómo funciona la mente ni lo que nos viene de nuestros antepasados, pues lo que han descubierto del ADN es que produce proteínas, pero no hay en él memoria de nada. Así, el alma y la mente hemos de buscarlos fuera del cerebro: no es el cerebro que crea la mente, sino la mente que informa el cerebro. Todo esto supone cambiar la concepción de la realidad y de la vida, contestar de una manera más amplia y profunda a las preguntas de “quién soy yo, por qué estoy aquí y que ocurre después de la muerte del cuerpo físico”. Pues ya podemos pensar que la ciencia no niega, ni mucho menos, que fuera de nuestras dimensiones hay otras dimensiones.
La elección del contexto depende de nuestro tiempo histórico, pero tiene una parte enteramente personal. Esa elección tiene aspectos conscientes e inconscientes pero siempre se hace dentro del marco de un determinado nivel de consciencia o grado de evolución espiritual. Un contexto puede ser apropiado en un nivel pero no en otro: así, en el pasado había guerras y ahora vemos que son siempre dañinas, aunque a veces haya que hacer frente al mal como se hizo con Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Avanzamos de contexto en contexto y eso es una gran parte de la historia de la evolución de la consciencia en el ser humano: así, vemos que la pena de muerte no es necesaria hoy día, pues hay otros medios para ‘quitar la manzana podrida’ de la sociedad, además de confiar en su rehabilitación de algún modo. En el contexto actual, pensamos que podemos avanzar hacia una ‘civilización del amor’, aunque cueste, pero que si hay un número de personas con buen corazón, puede crearse como en la radioactividad una ‘masa crítica’ que provoque una ‘reacción en cadena’ hacia ese mundo de fraternidad universal. Quizá nos pueden decir que eso es una utopía, pero podemos responder que las utopías son lo que mueve la historia en su evolución, aunque nunca se alcancen por completo.
Durante mucho tiempo hemos identificado nuestros pensamientos con nuestra consciencia. Pero eso pertenece a un contexto racionalista, de lo que podríamos llamar la mente inferior y el resultado es separador y ha llevado al enfrentamiento constante, al ver aquello de que hacemos lo que no queremos según esa ley interior que es nuestro interior más profundo. Si nos imaginamos nuestras dimensiones como un coche de caballos, podemos ver a los caballos como los sentidos y la mente como el cochero, pero hay más: dentro del carruaje está el maestro interior, nuestra interioridad, el alma.  Y ese maestro interior nos va guiando hacia una realidad más alta. No hemos de preocuparnos por las equivocaciones, pues forman parte de nuestro aprendizaje.
En resumen: comprender las realidades espirituales y aprender a vivir desde el alma y no desde el ego son algunos de los requisitos para que quien no tiene Paz pueda alcanzarla. Afortunadamente, la humanidad está entrando en un nuevo contexto post materialista desde el que poder avanzar en este sentido. Y la forma más eficaz para alcanzar la Paz interior es crecer en el contexto interior, digamos en el nivel espiritual o de consciencia.
Podemos verificar que una ampliación del contexto mental y espiritual, por pequeña que sea, aporta siempre más paz, más dominio de nuestro entorno y mejores relaciones con los demás pues todo lo interior influye en lo de fuera. Muchos sufrimientos vienen de la ignorancia: al no entender el sentido de algo que vemos como malo, sufrimos. Cuanto más se ensanche el contexto, más se profundiza en la comprensión de la realidad. Es así como podemos liberarnos progresivamente del sufrimiento mental tanto individual como colectivo y podemos encontrar dicha y libertad. LlPS

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