Uno,
ha ser totalmente honesto y confesar que a pesar de haber oído infinidad de
veces, su Evangelio en las distintas celebraciones litúrgicas a las que ha
asistido, ha tenido que leerlo y sobre todo reflexionarlo para enriquecerse con
él.
A
través de su prosa narrativa, sencilla y a la vez viva y real, nos ha dejado
impresos en nuestro corazón, cuarenta años después de la muerte del Maestro, la
vida y enseñanzas de Jesús de Nazaret, al que por cierto al parece ofreció su
propia casa para que celebrara su última cena.
Marcos,
cuyo atributo era el león y su nombre judío Juan, redactó su Evangelio sin
transmitir largos discursos a través de escritos, parábolas y hechos de Jesús
partiendo de conversaciones mantenidas en Roma con Pablo y añadiendo muchos
detalles que supo por Pedro.
En
sus escritos que no nos habla de la infancia de Jesús ni de su vida en Nazaret
junto a María y José, inicia la primera línea de su Evangelio afirmando que
Jesús era el Hijo de Dios y lo proclama en la última página el oficial romano
que vio morir a Jesús (15, 39).
Por
todo ello Marcos, contesta con hechos a la afirmación de que Jesús era el Hijo
de Dios, en los 16 capítulos de que consta su Evangelio.
Reúne
en su primer capítulo tres hechos importantes que son el punto de partida de la
predicación de Jesús: ‘La predicación de Juan el Bautista’, ‘El bautismo de
Jesús por Juan’ y ‘La permanencia en el desierto’.
Capítulo
tras capítulo, el evangelista va desgranando la vida pública del Maestro,
llevando la Buena Nueva en la curación del leproso y sanando el paralítico de
su pecado y de su enfermedad. No se queda en palabras, sino que trae un cambio.
Si quieres puedes curarme. Jesús se compadece y le dice “yo quiero” y le
perdona los pecados a ese que pide a Dios con humildad y confiado en su
misericordia.
En
otro pasaje Jesús nos dice: “He venido a llamar a los pecadores”, porque Dios
no odia ni a los ricos ni a los mal educados, ni a los de derechas e
izquierdas, porque su misericordioso plan contempla la salvación de todos.
El
relato del grano de mostaza, demostrándonos que aún siendo tan pequeño al
dejarle crecer se convierte en la planta más alta del huerto, el evangelista
con esta narración simbólica, intenta hacer saber a los creyentes que no deben
encerrarse en sus capillas, sino que han de salir a conquistar almas de buena
voluntad, recordando a los Apóstoles que predicaron con humildad el Reino de
Dios por todas partes.
En
el centro del Evangelio de Marcos, nos encontramos el pasaje de la
transfiguración de Jesús que conduce a Pedro, Santiago y a Juan hasta un cerro,
al igual que Moisés subió al cerro a encontrar la Gloria de Dios sobre el Monte
Sinaí.
La
nube luminosa, la luz y la ropa brillante que se encontraron en el cerro, nos
describe, signos exteriores que nos indican el misterio del Hijo de Dios, el
día que resucite de entre los muertos, que será la respuesta del Padre a los
Apóstoles que esperaban su Reino.
También
Marcos nos enseña expresiones y costumbres judías (5,41) y nos ofrece formación catequista y pastoral. Y nos anima
para cuando cometamos fallos y nos desespere nuestra soberbia, intentar
entender que también sus discípulos los cometieron (14,32.40), incluso lo negaron y lo traicionaron.
Además
la desconfianza de Pedro cuando le dice a Jesús: “Maestro, nosotros hemos
dejado todo para seguirte” y Jesús que no solo habla del premio para la otra
vida, le contesta con rotundidad: “Ya en este vida el que se sacrifica por el
Reino, encontrará amistades, alegría y una superación humana que no podría
esperar”.
Y
nos describe con dolor, la última cena de Jesús, su agonía en el huerto de
Getsemaní y finalmente su muerte en la cruz, y con gozo nos anuncia su feliz
Resurrección.
La
última cena de Jesús, nos dice, fue la primera del culto cristiano, donde Jesús
se hace pan de Vida. Por ello la Eucaristía instituida por el Hijo de Dios
aquel día no es solamente el recuerdo de la muerte de Jesús, sino que nos
anuncia el día en que Cristo celebrará el Banquete del Reino con toda la humanidad
reunida con El.
Pero
también significó esta cena, el silencio del Hijo de Dios en ese instante lleno
de dolor, en el cual siente que deberá cargar con toda la maldad de los hombres
y pagar con su muerte, ante su Padre, justo y amado, la tristeza de su Pasión.
Su
muerte, continúa Marcos, comienza con un grito de desesperación: “Dios mío Dios
mío, porque me has abandonado? Y termina con la certeza del triunfo, por la
reconciliación del Crucificado que moría agotado y asfixiado pero entregando al
mundo una prueba más del amor del Hijo de Dios para nosotros que nos empuja por
un camino de liberación.
Y
termina su Evangelio con las últimas palabras de Jesús después de su
Resurrección, que hablan de fe y de milagros y en las que les entrega sus
últimas instrucciones: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a
toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a
creer se condenará (16,15)”, mensaje
que les acompañaba, en el signo de la semilla que se sembrará en el mundo y
producirá frutos a su debido tiempo en todos los campos de la actividad humana.
De
este modo el Hijo de Dios, después de hablar con ellos fue llevado al Cielo y
se sentó a la derecha del Padre. Y sus discípulos saldrían a predicar por todas
partes.
Los
que se salvarán no son almas ni individuos aislados, sino toda la creación que
ha sido renovada por el Bautismo, en todas sus actividades y trabajos, siendo
el fermento que transforma la historia de la humanidad. Esa humanidad que debe
superar esas aptitudes temerosas de tantos ‘creyentes’ que solo buscan en sus
devociones un refugio contra las desgracias del tiempo presente. Marcos pregona
que estamos en el mundo para sanarlo y santificarlo, no por nosotros mismos,
sino por Cristo a través de nosotros.
Así
las cosas, pienso que lo importante, además de lo que pasó contado por los
evangelistas, es lo que está pasando. La venida del Reino nos llega tranquilo,
despacio, sin grandes alegorías, porque está claro que el Hijo de Dios quiere
que su Reino sea en un mundo nuevo, diferente, libre y verdadero para que pueda
producirse.
Por
último recordando a San Marcos, me viene a la memoria el gran mérito de Santa
Teresa, que hacía las cosas ordinarias, de manera extraordinaria.
Y
así, con este mismo mérito califico yo el Evangelio de este hombre, que
el 25 de Abril, la Iglesia conmemora su festividad. SGGO
No hay comentarios.:
Publicar un comentario