PRIMERO.
Revisa si no hay desperdicios en casa
Por
el ritmo de vida que llevamos y la falta de tiempo para ver los detalles,
muchas veces compramos alimentos y los dejamos echar a perder, compramos ropa
que nunca usamos o adquirimos bienes que nunca ponemos al servicio y mejor se
quedan obsoletos, todo esto es desperdicio.
A
todos nos ha pasado alguna vez, pero podemos hacer una revisión de lo que
tenemos en el refrigerador una vez a la semana para ver si podemos hacer un día
de comida de ‘sobritas’, es decir, de lo que va quedando de la comida de la
semana. Podemos revisar también lo que tenemos en la alacena para que lo que
tenga una fecha de caducidad próxima lo saquemos pronto, ya sea en alguna
comida para nuestra familia o para donarlo a los que menos tienen.
Es
necesario que enseñemos a nuestros hijos, con nuestro ejemplo, a no
desperdiciar, por eso podemos incluirlos en este ejercicio, así será más
sencillo todo.
SEGUNDO.
Valora lo que en verdad necesita tu familia
Es
bueno que constantemente hagamos una revisión de los bienes que tenemos y
veamos si en verdad los necesitamos o si los podemos dar a los que más los
necesitan.
También
es bueno hacer una lista de las necesidades familiares y darles prioridad para
que trabajemos juntos para conseguirlos y no desviar nuestros esfuerzos en el
camino si se nos presentan tentaciones, ofertas o supuestas ofertas de cosas
que son muy llamativas pero poco necesarias.
También
en este ejercicio podemos incluir a nuestros hijos para que se acostumbren a
planear y valorar las necesidades familiares.
TERCERO.
Haz un plan familiar de austeridad cuaresmal
Si
planeamos, podemos ponernos objetivos concretos que todos los miembros de la
familia puedan alcanzar y así vivir la cuaresma más intensamente.
Podemos
ponernos metas particulares para cada semana, como puede ser, dejar de comprar
cosas que no necesitamos y que nos gustan mucho: chocolates, refrescos,
papitas, juguetes, estampas para los álbumes de moda, ropa, aparatos
tecnológicos, etc.
La
idea es que en la cuaresma aprendamos a vivir con lo indispensable y quizá con
un poco menos, como lo hizo Jesús en el desierto.
CUARTO.
Valora cada semana cómo van avanzando
Si
no revisamos el plan constantemente podemos perder de vista la meta.
Así
que podemos reunirnos como familia y ver si hemos podido cumplir lo que nos
propusimos, vivir austeramente, sin excesos y sin desperdicios.
Si
lo hemos logrado podemos tener un signo para ofrecerlo a Dios, puede ser un
papelito, una cuentita, una flor, etc. y las podemos poner en nuestro altar
familiar, en una cajita para que el Domingo de Ramos aclamemos al Señor con
nuestras obras y se las ofrezcamos para acompañarlo.
Y
QUINTO. Comparte lo que tienes con los que más lo necesitan
Otra
forma de vivir la austeridad es aprender a desprendernos de lo que tenemos, no
solo de lo que nos sobra sino con lo que podemos ayudar a los demás, aunque
esto implique apretarnos un poquito, dejar los pequeños lujos para ayudar a los
necesitados.
Podemos
buscar algún centro de atención a niños, a adultos mayores, a personas en
situación vulnerable, que esté cerca de casa; decirle a nuestros hijos que
vamos a ayudar y que estamos en campaña de recaudación de cosas, ya sea solo de
nuestra familia o incluir a otras familias y que sean ellos los que propongan
lo que podemos aportar.
De
esta forma ellos serán los que nos impulsen y a la vez aprenderán a ser
generosos y a compartir con amor lo que tenemos, sin excesos ni desperdicios,
viviendo una austeridad familiar. SdelV
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