sábado, 29 de marzo de 2025

Jesús, con la cruz a cuestas, camino al Calvario…

Lectura: Jn 19,16-17
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota».
Meditación:
Jesús toma su cruz y se encamina, con toda la fuerza que posee en aquel momento, hacia el lugar de la entrega. Cae y se levanta. Consuela en lugar de ser consolado, perdona, reza y ofrece…
Con la cruz al hombro, nuestro Señor nos enseña que, en la vida espiritual, es necesaria una “determinada determinación” como diría Santa Teresa. Conocer cuál es la voluntad de Dios y encaminarse a ella, con la valentía de Cristo.
Esto no significa creerse inmune a todo peligro. Muy por el contrario, en el camino de la santidad, varias veces se experimenta la debilidad. Sin embargo, el creyente verdaderamente comprometido, puede experimentar el poder del amor de Dios que lo transforma y lo lleva hasta la cima de su entrega total.
                  ¿Me he decidido realmente por Cristo?
                  ¿Marcho con paso firme por el camino del amor a Dios y al prójimo?
                  ¿Venzo las dificultades con la oración, el esfuerzo y la perseverancia?
Oración:
Oración para la perseverancia del apóstol (San Manuel González)
¡Madre Inmaculada! ¡Que no nos cansemos! ¡Madre nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos! Sí, aunque el desaliento por el poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande, aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el dinero y los auxilios humanos, aunque caigan al suelo nuestras obras y tuviéramos que empezar de nuevo… ¡Que no nos cansemos! Firmes, decididos, alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en sus necesidades para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestros puestos, el que a cada uno nos ha señalado Dios. ¡Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de cruzarse de brazos! ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él o a ti y para hacer un poco de bien a nuestros hermanos…¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que cansarnos! Amén.
Contemplación:
Repitamos las palabras del Señor crucificado: “Tengo sed”.
Acción:
Renovar fervorosamente mi deseo de seguir a Jesús de cerca.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario