Lectura: Jn 19,16-17
Entonces Pilato se lo
entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron. Jesús, cargando sobre
sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en
hebreo «Gólgota».
Meditación:
Jesús toma su cruz y
se encamina, con toda la fuerza que posee en aquel momento, hacia el lugar de
la entrega. Cae y se levanta. Consuela en lugar de ser consolado, perdona, reza
y ofrece…
Con la cruz al
hombro, nuestro Señor nos enseña que, en la vida espiritual, es necesaria una “determinada
determinación” como diría Santa Teresa. Conocer cuál es la voluntad de Dios
y encaminarse a ella, con la valentía de Cristo.
Esto no significa
creerse inmune a todo peligro. Muy por el contrario, en el camino de la
santidad, varias veces se experimenta la debilidad. Sin embargo, el creyente
verdaderamente comprometido, puede experimentar el poder del amor de Dios que
lo transforma y lo lleva hasta la cima de su entrega total.
•
¿Me he decidido realmente por Cristo?
•
¿Marcho con paso firme por el camino del amor a Dios y al
prójimo?
•
¿Venzo las dificultades con la oración, el esfuerzo y la
perseverancia?
Oración:
Oración para la
perseverancia del apóstol (San Manuel González)
¡Madre Inmaculada! ¡Que no nos cansemos! ¡Madre
nuestra! ¡Una petición! ¡Que no nos cansemos! Sí, aunque el desaliento por el
poco fruto o por la ingratitud nos asalte, aunque la flaqueza nos ablande,
aunque el furor del enemigo nos persiga y nos calumnie, aunque nos falten el
dinero y los auxilios humanos, aunque caigan al suelo nuestras obras y
tuviéramos que empezar de nuevo… ¡Que no nos cansemos! Firmes, decididos,
alentados, sonrientes siempre, con los ojos de la cara fijos en el prójimo y en
sus necesidades para socorrerlos, y con los ojos del alma fijos en el Corazón
de Jesús que está en el Sagrario, ocupemos nuestros puestos, el que a cada uno
nos ha señalado Dios. ¡Nada de volver la cara atrás! ¡Nada de cruzarse de
brazos! ¡Nada de estériles lamentos! Mientras nos quede una gota de sangre que
derramar, unas monedas que repartir, un poco de energía que gastar, una palabra
que decir, un aliento de nuestro corazón, un poco de fuerza en nuestras manos o
en nuestros pies, que puedan servir para dar gloria a Él o a ti y para hacer un
poco de bien a nuestros hermanos…¡Madre mía, por última vez! ¡Morir antes que
cansarnos! Amén.
Contemplación:
Repitamos las
palabras del Señor crucificado: “Tengo sed”.
Acción:
Renovar fervorosamente mi deseo de
seguir a Jesús de cerca.
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