Ofrecemos estos
breves puntos con la intención de que puedan servir para la meditación
individual o comunitaria. Son tomados de las lecturas y de las oraciones de la
misa del domingo 6 de abril de 2025.
Se dividen en tres
partes: lo que Dios nos dice (con un comentario que nos puede ayudar a
comprender el Evangelio); lo que nosotros podemos decirle a Él como respuesta;
y de qué modo podemos llevarlo a la vida cotidiana. Dios quiera que ayuden a
muchos a dedicarle, cada domingo, un tiempo especial a Dios, nuestro Señor.
Dios nos habla
•
“Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al
Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.
Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida
en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta
mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó
apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?» Decían esto para ponerlo a
prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir
en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no
tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió
escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras
otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus
acusadores? ¿Alguien te ha condenado?» Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo
tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante»” (Jn 8,1-11).
Reflexión
“¿Qué, pues,
respondió el Señor Jesús? ¿Qué respondió la Verdad? ¿Qué respondió la
Sabiduría? ¿Qué respondió la Justicia misma, contra la que se preparaba la
intriga? Para no parecer que hablaba contra la Ley, no dijo: «No sea
apedreada». Por otra parte, ni hablar de decir «Sea apedreada», pues vino no a
perder lo que había encontrado, sino a buscar lo que estaba perdido.
¿Qué respondió, pues? ¡Ved qué respuesta tan llena de justicia, tan llena de
mansedumbre y verdad! El que de vosotros está sin pecado, afirma, contra
ella tire el primero una piedra. ¡Oh respuesta de sabiduría! ¡Cómo les hizo
entrar dentro de sí mismos! Fuera, en efecto, inventaban intrigas, por dentro
no se escudriñaban a sí mismos; veían a la adúltera, no se examinaban a sí
mismos. Los prevaricadores de la Ley ansiaban que la Ley se cumpliera, y esto
inventando intrigas; no de verdad, como condenando el adulterio con la
castidad… Ésta es en absoluto la voz de la Justicia; ellos, heridos por esa
Justicia como por un dardo grande cual una viga, tras mirarse a sí mismos y
hallarse reos, se retiraron todos uno tras otro. Los dos fueron
abandonados: la miserable y la Misericordia… tras marcharse todos, levantó sus
ojos hacia la mujer. Hemos oído la voz de la Justicia; oigamos también la de la
Mansedumbre… Tampoco te condenaré yo. Vete, en adelante no peques ya”
(San Agustín, Comentario al Evangelio de
San Juan, tratado 33,5-6).
Nosotros le hablamos
•
“Señor y Dios nuestro, te rogamos que tu gracia nos conceda
participar generosamente de aquel amor que llevó a tu Hijo a entregarse a la
muerte por la salvación del mundo. Que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos” (Oración Colecta).
Nuestra vida cambia
¿Creemos y buscamos
la misericordia de Dios para nosotros?
•
¿Tratamos de imitar a Dios siendo misericordiosos con los
demás?
•
¿Deseamos la salvación de todos?
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