Texto
del Evangelio (Jn 8,12-20): En
aquel tiempo, Jesús les habló otra vez a los fariseos diciendo: «Yo soy la luz
del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz
de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu
testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo,
mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros
no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no
juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo,
sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio
de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también
el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí».
Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?». Respondió
Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí,
conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció en el Tesoro,
mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado
su hora.
Comentario del Evangelio
Hoy sube de tono la discusión sobre Jesucristo. Empezó
su predicación en Galilea anunciando la llegada del Reino de Dios, predicó con
una autoridad excepcional, atendió a todos, hizo milagros… La gente normal
reconocía que Jesús venía de parte de Dios. Ahora, en Jerusalén, declara
abiertamente que Dios es su Padre y, además, se identifica con el Padre.
—Jesús es Dios, y Dios es una ‘familia’: Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Esa maravilla es la que descubrimos escuchando y aceptando a
Jesucristo.
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