Que
muchos jóvenes se uniformen con pantalones de mezclilla a la cadera no tiene
importancia, pero que todos piensen igual sí, porque implica muy probablemente
que no están pensando por sí mismos, sino que se limitan a aceptar las ideas de
moda sin mayor cuestionamiento. El uniforme escolar es externo, el uniforme
intelectual es interno y contrario a la autenticidad humana. Según los
filósofos, hoy vivimos en la posmodernidad. Lejos de ser un dato cultural sería
interesante descubrir qué tan posmodernos somos tú y yo. Porque en el fondo
conoceríamos qué tan libres somos. Al menos en el pensamiento. Esto sin olvidar
que la idea tiende a la acción. “El hombre posmoderno no mira hacia atrás ni
hacia delante, se limita a mirar su propio ombligo”. Así lo definió Froster.
Vivimos en la época del yo-ismo. Otros autores señalan, entre sus notas
fundamentales, al homo sentimentalis, al nihilismo y al ocaso del deber (una
nueva moral). Enfoquémonos en la primera, pues los dos temas últimos serán
objeto de una conversación posterior.
A
lo largo de los siglos se ha hablado del ser humano como homo rationalis, homo
faber, homo viator... Hoy nos dicen que predomina el homo sentimentalis. Es
decir, la emoción se convierte en criterio de verdad, donde lo fundamental es
sentirse bien, no estar bien. Esta persona busca emociones, sentimientos, nunca
es bastante para satisfacer sus ansias de placer, de comodidad. Vive
frecuentemente entre dos polos: el placer y la depresión. El placer equivale a
una carga estimulante de sensaciones, y la ausencia de las mismas acarrea la
desmotivación, la melancolía, el aburrimiento y la pesadez (o sea, la
depresión). “Porque me latió”, “no me nació”, “haz lo que sientas”, “lo que te
dicte el corazón”, son expresiones frecuentes que denotan el gobierno de lo sentimental
en nuestras vidas. El problema es que, más que gobierno, es anarquía. Porque,
para sorpresa de muchos, no somos libres de sentir, sólo somos libres de
consentir, encauzar u orientar ese sentimiento. Además los sentimientos son
volubles, inestables, irracionales, pero fuertes y atractivos. La propia razón
pasa a un segundo plano, que no tiene capacidad de contrarrestar la corriente.
Los conocedores del tema se refieren al pensiero debole, pensamiento débil que
no reconoce la verdad de las cosas, sino que se centra en lo que esas cosas me
hacen sentir sin valorar causas ni consecuencias, sino concentrándose en el
momento presente. “Hakuna matata” es el himno de la posmodernidad. Quienes
fuman son conscientes del hecho: fumar puede causar cáncer. Sin embargo, te
perdono el mal que me haces por lo bien que me sabes. No es cuestión de razón,
es cuestión de corazón.
Por
si lo anterior fuera poco, hay algo más: los sentimientos son fácilmente
manejados por agentes externos. Una película, determinada canción, las
telenovelas, frases dirigidas a la esfera emotiva del corazón pueden lograr que
una persona se vea envuelta de manera tal que, sin considerar lo que piensa
(sus principios y valores), tome decisiones con base en sus emociones o, en su
defecto, en su hígado. Hoy está de moda ser posmoderno, ser homo sentimentalis.
Querido lector, ¿estás a la moda? MC
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