¿Es
posible pensar en el surgimiento de políticos buenos, preocupados por la gente,
capaces de afrontar los problemas reales de millones de personas?
Pensemos
cómo serían esos buenos políticos. Apenas llegan al parlamento o forman un
gobierno, fijarán sus prioridades: las necesidades más urgentes de las personas
que viven en el Estado.
Analizarán
cómo lograr que todos tengan comida, agua, electricidad, medicinas,
especialmente ante los casos de quienes sufren por serios problemas de dinero.
Buscarán
cómo la vivienda no sea un sueño irrealizable, sobre todo para los jóvenes que
se preparan al matrimonio. Por lo mismo, pondrán en marcha políticas de apoyo a
los esposos que consiguen su primera casa.
Estudiarán
la situación concreta de los centros de salud, para que los enfermos no tengan
que esperar semanas, incluso meses, antes de ser atendidos, de modo especial
cuando se trata de operaciones quirúrgicas.
Promoverán
mejoras en las carreteras y en los medios de transporte público, de manera que
sea posible ofrecerlos en condiciones de limpieza y de eficiencia, y con
precios asequibles para el gran público.
Invertirán
en modos concretos, limpios y económicos, para garantizar el abastecimiento de
fuentes de energía y de combustible para el transporte, público o privado.
Tendrán
presentes situaciones de delincuencia y de conflictos sociales para
prevenirlos, con medidas justas, eficaces y concretas. Al mismo tiempo,
promoverán medidas que ayuden a la regeneración de los condenados y a su sana
reinserción en la sociedad.
Pondrán
en marcha sistemas de impuestos que no ahoguen a las personas concretas y a las
pequeñas o medianas empresas, sino que incentiven la inversión, al mismo tiempo
que ayudarán a las personas con bajos réditos.
Darán
importancia a la educación, pública o de iniciativa privada, en vistas a que
las nuevas generaciones alcancen un alto nivel cultural y sanos principios
éticos.
Parece
un sueño pensar que surjan políticos con proyectos como los aquí presentados o
parecidos. Pero ese sueño empieza a hacerse realidad cuando los mismos votantes
aprenden a distinguir entre el político demagógico, oportunista, corrupto, y el
político que vive honestamente y da señales de competencia para los asuntos
públicos.
En
la consecución de ese sueño, junto al esfuerzo de la gente, será siempre de
ayuda una oración sencilla por los gobernantes y políticos, para que Dios toque
sus corazones, los guíe hacia la justicia, y sea posible vivir en sociedades
donde la gente vea respetados sus derechos y asuma serenamente sus
obligaciones. FP
No hay comentarios.:
Publicar un comentario