A
veces, la ciudad no deja ver las estrellas… pero alguien mira hacia arriba,
igual.
Una
niña con el corazón inquieto. Un joven que no se rinde. Una madre que sigue
rezando sin respuesta.
Cristo
está ahí. No en el fulgor del cielo despejado, sino en los ojos de quien se
atreve a buscar luz donde solo hay sombra.
Porque las estrellas siguen ahí… aunque no las
veas.
Y la esperanza
también. Esperando
ser descubierta entre los techos, el humo, y el cansancio.
“La luz brilla
en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron” (Juan 1,5) RM
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