miércoles, 17 de abril de 2013

Salmo 100


Salmo 100 – Propósitos de un príncipe justo

▬ Este Salmo es una profesión de fidelidad a la misión que Dios había confiado a David y a sus descendientes: la de gobernar con justicia la “Ciudad del Señor” (v. 8).
▬ Es difícil determinar con exactitud en qué circunstancias el rey davídico debía pronunciar estas palabras.
Probablemente, lo hacía en el transcurso de una acción litúrgica, que conmemoraba periódicamente la institución de la dinastía y la alianza del Señor con la casa de David.
▬ La tradición cristiana ha encontrado en este Salmo el ideal y el programa de todo gobierno justo.

Voy a cantar la bondad y la justicia, para ti es mi música, Señor; voy a explicar el camino perfecto: ¿cuándo vendrás a mí? Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa; no pondré mis ojos en intenciones viles. Aborrezco al que obra mal, no se juntará conmigo; lejos de mí el corazón torcido, no aprobaré al malvado. Al que en secreto difama a su prójimo lo haré callar; ojos engreídos, corazones arrogantes no los soportaré. Pongo mis ojos en los que son leales, ellos vivirán conmigo; el que sigue un camino perfecto, ese me servirá. No habitará en mi casa quien comete fraudes; el que dice mentiras no durará en mi presencia. Cada mañana haré callar a los hombres malvados, para excluir de la ciudad del Señor a todos los malhechores.

Te presento hoy, Señor, la lista de mis propósitos. El final de unos ejercicios, el principio de año o, sencillamente, un despertar en el que he echado una mirada a mi vida y he anotado algunos temas para recordármelos a mí mismo y para que tú me los bendigas. Aquí están.
Sé que podía haber sido más concreto, y en la práctica lo seré si así lo deseas; pero por hoy he preferido trazar sólo líneas generales para enfocar mis esfuerzos y dirigir el día. Quiero esforzarme porque haya rectitud y equidad en mis acciones.
Sé demasiado bien que los propósitos en sí mismos no sirven para nada. Podría enseñarte listas enteras que he hecho año tras año, con la sinceridad del momento y el exceso de confianza de la juventud, y que hoy son sólo documentos repetidos de santa ingenuidad y fracaso total.
Por eso hoy he querido, sencillamente, contarte mis pensamientos e indicar la dirección que me gustaría siguiese mi conducta. Hoy esa lista no es un propósito, sino una oración; es decir, que la lista no es para mí, sino para ti. Es para que tú te acuerdes y la vayas aplicando según surja la ocasión. No son éxitos que yo he de lograr, sino gracias que tú has de concederme.

Señor Jesús, que has venido al mundo para que pudiéramos andar con rectitud de corazón, tú, que nos has propuesto como ideal de perfección a tu propio Padre, concede a los hijos de tu casa la verdadera perfección del amor: que vivamos hoy en tu presencia sin cometer fraudes, sin ojos engreídos y así cantemos tu bondad y tu justicia con cada una de las acciones de nuestra jornada. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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