Salmo 103 – ¡Cuántas cosas has hecho, Señor!
El tema de este bellísimo himno es la obra de Dios en la creación. El poema presenta una semejanza notable con un himno egipcio al dios Sol, proveniente del siglo XIV a. C.
Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad.
Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.
Más evidente aún es su relación con el primer capítulo del Génesis. Sin embargo, el salmista utiliza sus fuentes de inspiración con una gran libertad y originalidad.
Se describe al universo visible como una realidad desbordante de movimiento y de vida, que refleja, hasta en los detalles más ínfimos (vs. 17-18, 21), el poder y la sabiduría del Creador.
1. CON ISRAEL
El autor de este salmo ha "copiado", purificando de toda idolatría un himno egipcio en honor de Aton-Ra, el dios sol, compuesto por Amenofis IV. Vació, grosso modo, su lenguaje en el molde de los seis días del Génesis, introduciendo un gran optimismo ante la naturaleza... Poniendo en guardia finalmente ante el "mal" que la libertad humana puede hacer, y que finalmente debe desaparecer.
2. CON JESÚS
San Juan presentó a Jesús como el Verbo Encarnado: "El Verbo, todas las cosas fueron hechas por El y sin El no se hizo nada". (Juan 1,3). "En El estaba la vida"...
Imaginemos a Jesús. "el hombre-Dios, que vino a vivir en medio de los seres que había creado, paseándose en sus dominios, en su obra maestra, mirando el mar, el sol, los animales, los seres vivientes. ¡Las parábolas nos hablan de muchos de ellos.
San Juan presentó a Jesús como el Verbo Encarnado: "El Verbo, todas las cosas fueron hechas por El y sin El no se hizo nada". (Juan 1,3). "En El estaba la vida"...
Imaginemos a Jesús. "el hombre-Dios, que vino a vivir en medio de los seres que había creado, paseándose en sus dominios, en su obra maestra, mirando el mar, el sol, los animales, los seres vivientes. ¡Las parábolas nos hablan de muchos de ellos.
3. CON NUESTRO TIEMPO
Debemos descubrir constantemente la belleza, la fecundidad, el poder de la creación: a fuerza de vivir entre estas maravillas, nos habituamos a los paisajes, a los bosques, a las flores... No somos sensibles a su mensaje.
Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las olas del viento; los vientos de sirven de mensajeros; el fuego llameante, de ministro. Asentaste la tierra sobre sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las aguas se posaron sobre las montañas; pero a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno se precipitaron, mientras subían los montes y bajaban los valles: cada cual al puesto asignado. Trazaste una frontera que no traspasarán, y no volverán a cubrir la tierra. De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. Desde tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre. El saca pan de los campos, y vino que le alegra el corazón; y aceite que da brillo a su rostro, y alimento que le da fuerzas. Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que El plantó: allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madriguera de erizos. Hiciste la luna con sus fases, el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y viene la noche, y rondan las fieras de la selva; los cachorros rugen por la presa, reclamando a Dios su comida. Cuando brilla el sol, se retiran, y se tumban en sus guaridas; el hombre sale a sus faenas, a su labranza hasta el atardecer. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra está llena de tus criaturas. Ahí está el mar: ancho y dilatado, en él bullen, sin número, animales pequeños y grandes; lo surcan las naves, y el leviatán que modelaste para que retoce. Todos ellos aguardan a que les eches comida a su tiempo: se la echas, y la atrapan; abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes tu rostro, y se espantan; les retiras el aliento, y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu aliento, y los creas, y repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras, cuando El mira la tierra, ella tiembla; cuando toca los montes, humean. Cantaré al Señor, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema, y yo me alegraré con el Señor. Que se acaben los pecadores en la tierra, que los malvados no existan más. ¡BENDICE, ALMA MÍA, AL SEÑOR!
ARMONIA EN LA CREACION
Me propongo descubrir la belleza de tu creación, Señor, pensando en la mano que la hizo. Tú estás detrás de cada estrella y detrás de cada brizna de hierba, y la unidad de tu poder da luz y vida a todo cuanto has creado.
Tu presencia es la que da solidez a las montañas y ligereza a los ríos; tú das al océano su profundidad, y al cielo su color. Tú apacientas las nubes en los campos del cielo y las haces fértiles con el don de la lluvia sobre la tierra. Tú guías a los pájaros en su vuelo y ayudas a la cigüeña a hacerse el nido. Tú le das al buey su fuerza, y a la gacela su elegancia. Tú dejas jugar a los grandes cetáceos en el océano mientras peces sin número surcan sus abismos.
De todos te preocupas, a todos proteges; diriges sus caminos y les das alimento para regenerar sus fuerzas y su alegría.
Y en medio de todo eso, el hombre. El hombre existe para contemplar tu obra, recibir tus bendiciones y darte gracias por ello. ¡Cuánto más te cuidarás de él, heredero de tu tierra y rey de tu creación! Lo alimentas con los frutos de la tierra para formar su cuerpo y liberar su mente. Tú mismo le ayudas a que saque esos frutos y elabore ese pan.
Todo está en orden, todo está en armonía. Sólo hay una nota discordante en el concierto de la creación. El pecado está presente como un borrón en el paisaje, como una hendidura en la tierra, como un rayo en el firmamento. Destruye el equilibrio en el mundo del hombre, ennegrece su historia y pone en peligro su futuro.
Tu presencia es la que da solidez a las montañas y ligereza a los ríos; tú das al océano su profundidad, y al cielo su color. Tú apacientas las nubes en los campos del cielo y las haces fértiles con el don de la lluvia sobre la tierra. Tú guías a los pájaros en su vuelo y ayudas a la cigüeña a hacerse el nido. Tú le das al buey su fuerza, y a la gacela su elegancia. Tú dejas jugar a los grandes cetáceos en el océano mientras peces sin número surcan sus abismos.
De todos te preocupas, a todos proteges; diriges sus caminos y les das alimento para regenerar sus fuerzas y su alegría.
Y en medio de todo eso, el hombre. El hombre existe para contemplar tu obra, recibir tus bendiciones y darte gracias por ello. ¡Cuánto más te cuidarás de él, heredero de tu tierra y rey de tu creación! Lo alimentas con los frutos de la tierra para formar su cuerpo y liberar su mente. Tú mismo le ayudas a que saque esos frutos y elabore ese pan.
Todo está en orden, todo está en armonía. Sólo hay una nota discordante en el concierto de la creación. El pecado está presente como un borrón en el paisaje, como una hendidura en la tierra, como un rayo en el firmamento. Destruye el equilibrio en el mundo del hombre, ennegrece su historia y pone en peligro su futuro.
Oh Dios, Señor de la creación, tu amor se ha derramado en el universo, llenándolo de belleza, y, nosotros hemos creado el pecado: libra nuestra alma de toda maldad y que la creación sea el espejo donde contemplemos tu rostro.
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