domingo, 21 de abril de 2013

Salmo 104


Salmo 104 – El Señor es fiel a sus promesas

Este Salmo “histórico” es la proclamación de las maravillas que realizó el Señor para la salvación de su Pueblo.
Las acciones divinas se enumeran a partir de la Alianza de Dios con Abraham (vs. 8-9), y el designio salvífico es presentado como una prueba constante de la fidelidad de Dios, que lleva a su cumplimiento las promesas hechas al Patriarca (vs. 44 - 45).
La alabanza, la acción de gracias y la obediencia a los preceptos divinos deben ser la respuesta de Israel a la obra de Dios.
▬ Comienza este himno con una sentida loa, riquísima en matices, a Yavé porque su poder y sus hazañas son incomparables: « ¡Dad gracias al Señor, invocad su nombre, anunciad entre los pueblos sus hazañas! ¡Cantad para él, al son de instrumentos, recitad todas sus maravillas!
▬ A partir de este preludio van apareciendo a lo largo del poema distintos personajes; hombres elegidos por Dios y de los que se sirve para que pueda realizarse la historia de salvación de Israel.
▬ La explosión de gratitud y reconocimiento de la que el salmo está impregnado, se desborda en todo tipo de colores y formas cuando llega el momento de hacer mención de Moisés y Aarón. Sabemos que ambos fueron enviados por Yavé para liberar a Israel de la esclavitud de Egipto.
Los israelitas, esclavos en tierra extraña, son testigos privilegiados de la rectitud de Yavé,
▬ Si Israel no puede salir de su asombro con respecto a Yavé al ser testigo privilegiado del poder y permanencia que tiene su Palabra, si le parece imposible que una palabra dada a los patriarcas no se haya diluido en el túnel del tiempo... ¿Qué podemos decir nosotros, que somos testigos de que la palabra de Yavé ha llegado hasta el límite inimaginable de encarnarse?
▬ Efectivamente, Dios-Palabra tomó un cuerpo en el seno de una hija de Israel, María de Nazaret. Desde aquel acontecimiento glorioso que marca la historia, Dios habita entre nosotros. Ya había anunciado el profeta Isaías que el Mesías habría de nacer de una virgen y que su nombre sería Emmanuel, que significa «Dios con nosotros» (Isaías 7,14). Este es el testimonio de la Iglesia primitiva: “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros” (Juan 1, 14)
Dad gracias al Señor, invocad su nombre, dad a conocer sus hazañas a los pueblos. Cantadle al son de instrumentos, hablad de sus maravillas, gloriaos de su nombre santo, que se alegren los que buscan al Señor. Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca. ¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, El gobierna toda la tierra. Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a Isaac, confirmado como ley para Jacob, como alianza eterna para Israel: "A ti te daré el país cananeo, como lote de vuestra heredad" Cuando eran unos pocos mortales, contados, y forasteros en el país, cuando erraban de pueblo en pueblo, de un reino a otra nación, a nadie permitió que los molestase, y por ellos castigó a reyes: "No toquéis a mis ungidos, no hagáis mal a mis profetas". Llamó al hambre sobre aquella tierra: cortando el sustento de pan; por delante había enviado a un hombre, a José, vendido como esclavo; le trabaron los pies con grillos, le metieron el cuello en la argolla, hasta que se cumplió su predicción, y la palabra del Señor lo acreditó. El rey lo mandó desatar, el Señor de pueblos le abrió la prisión, lo nombró administrador de su casa, señor de todas sus posesiones, para que a su gusto instruyera a los príncipes y enseñase sabiduría a los ancianos. Entonces Israel entró en Egipto, Jacob se hospedó en la tierra de Cam. Dios hizo a su pueblo muy fecundo, más poderoso que sus enemigos. A éstos les cambió el corazón para que odiasen a su pueblo, y usaran malas artes con sus siervos. Pero envió a Moisés, su siervo, y a Aarón, su escogido, que hicieron contra ellos sus signos, prodigios en la tierra de Cam. Envió la oscuridad, y oscureció, pero ellos resistieron a sus palabras; convirtió sus aguas en sangre, y dio muerte a sus peces; su tierra pululaba de ranas, hasta en la alcoba del rey. Ordenó que vinieran tábanos  y mosquitos por todo el territorio; les dio en vez de lluvia granizo, llamas de fuego por su tierra; e hirió higueras y viñas, tronchó los árboles del país. Ordenó que viniera la langosta, saltamontes innumerables, que roían la hierba de su tierra, y devoraron los frutos de sus campos. Hirió de muerte a los primogénitos del país, primicias de su virilidad. Sacó a su pueblo cargado de oro y plata, entre sus tribus nadie tropezaba; los egipcios se alegraban de su marcha, porque los había sobrecogido el terror. Tendió una nube que los cubriese, y un fuego que los alumbrase de noche. Lo pidieron, y envió codornices, los sació con pan del cielo; hendió la peña, y brotaron las aguas, que corrieron en ríos por el desierto. Porque se acordaba de la palabra sagrada, que había dado a su siervo Abrahán, sacó a su pueblo con alegría, a sus escogidos con gritos de triunfo. Les asignó las tierras de los gentiles, y poseyeron las haciendas de las naciones: para que guarden sus decretos, y cumplan su ley.
Pocas palabras de tus labios me han hecho impresión tan profunda, Señor, como esa declaración de tu salmo: «No toquéis a mis ungidos, no hagáis mal a mis profetas».
Señor, yo no soy digno, pero soy tu siervo, te represento a ti y hablo en tu nombre. Y te oigo ahora amonestar a los reyes de la tierra por cuyos reinos va a pasar mi camino, para que no me toquen, porque tu mano me protege. Gracias, Señor. Gracias por tu cariño, por tu cuidado, por tu protección. Gracias por comprometer tu palabra y tu poder en mi humilde causa, por ponerte de mi parte, por luchar a mi lado. Gracias por estar dispuesto a castigar a los que quieren hacerme daño. Has declarado públicamente que estás a mi favor, y yo aprecio con toda mi alma esas palabras y ese gesto, Señor.
Palabras consoladoras que engendran un pueblo y forman mi vida. Palabras que asientan el corazón y calman la mente, porque vienen de ti y proclaman la seriedad de tu intención con la repetición de los términos. Me encanta oír y repetir esos términos: alianza, promesa, juramento, ley...
Todas esas bellas palabras se resumen en la orden concreta que sale de tus labios: « ¡No toquéis a mi pueblo!». Esa es tu promesa y tu juramento, la manera práctica de llevar a cabo tu alianza y tu ley. Tu pueblo será protegido, y tu palabra quedará cumplida. Esas breves pero definitivas palabras escribirán toda la gloriosa historia de tu pueblo peregrino.
Dios de verdad, toda la historia santa se escribe para enseñanza nuestra: haz que nosotros respondamos ahora a tu acción salvadora, instruidos con la enseñanza del pasado, porque tu palabra dura siempre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario